Llevaban años sospechando. Pero nunca ocurrió nada hasta que la pestilencia se volvió insoportable y vieron que un gato había sacado una piel de perro del domicilio ubicado en Sóstenes Rocha número 3, colonia Mariano Escobedo, en Tultitlán, Edo. de México.
¿Una piel de perro? El gato la dejó colgada de las ramas de un árbol y un vecino le tomó fotos. Fue entonces cuando se abrieron las puertas de un infierno indescriptible.
Los vecinos habían notado la desaparición de varios perros, especialmente en meses recientes. Habían escuchado que en el predio de Sóstenes Rocha los canes ladraban a veces desesperadamente, “como si los estuvieran lastimando”.
Frecuentemente veían salir a dos hombres vestidos con mandiles de carniceros. Ellos decían, sin embargo, que se dedicaban a la reparación de imágenes religiosas.
A una persona que andaba en Cuautitlán pegando carteles que solicitaban ayuda por la desaparición de un perro, alguien le pidió que fuera a preguntar ahí.
Lo hizo. Alcanzó a ver una pesadilla de suciedad, basura y decenas de perros en condiciones lamentables (desnutridos, algunos con sarna), y en total hacinamiento.
Los vecinos cuentan que una vez vieron salir a uno de los habitantes del predio con un costal y que alguien lo siguió. El sujeto llegó hasta las taquerías que están a las afueras del Metro Tacuba y habló con varios de los encargados.
Se exigió entonces la intervención de las autoridades y de la Procuraduría de Protección al Medio Ambiente del Edomex. No ocurrió nada, sin embargo.
El pasado 18 de abril se había corrido la voz en Tultitlán. El calor que hubo esos días había acendrado de modo insoportable la pestilencia. Los vecinos decidieron bloquear la Avenida López Portillo para que las autoridades los voltearan a ver.
En medio de la protesta, el dueño del inmueble arribó al lugar. Denunció que el predio estaba invadido desde hacía tiempo. Cada vez se juntaban más vecinos. Se lanzaron al fin contra el domicilio. Se hicieron de palabras con el hombre que abrió la puerta, un sujeto de 62 años de edad, y lograron colarse con los teléfonos en la mano. Las autoridades acudieron al fin.
Norma Huerta, presidenta de la asociación protectora de animales Mundo Patitas me ha compartido imágenes de lo que se halló en ese sitio.
Son estremecedoras.
Había más de una decena de cráneos de perro amontonados en un rincón. Había huesos tirados por todas partes. Había un tronco de taquero. Había cartones manchados de sangre y había sangre regada en el piso y huesos de todo tipo arrojados aquí y allá.
Se encontraron montañas de basura y ropa vieja, casi en hilachos. Costales, muebles de madera podridos, láminas de asbesto, cubetas que contenía la piel seca de varios perros, jeringas tiradas en el piso, así como botes de amoniaco y de ácido muriático.
“Afirman los vecinos que a veces olía como si estuvieran cociendo carne echada a perder” relata Huerta.
Los perros ladraban desesperados en medio de ese infierno. “Asomaban entre ventanas rotas”, según una nota de prensa.
“Los robaban o los recogían, y lo que indican huellas y evidencias es que luego los sacrificaban: los descuartizaban, los desollaban y probablemente sacaban la carne para surtir algunas taquerías”, afirma Huerta.
Finalmente, los dos hombres fueron detenidos y conducidos a la fiscalía de Cuautitlán Izcalli por delitos de maltrato animal y allanamiento de morada. Sin embargo, el verdadero fondo de la historia no ha emergido aún.
Norma Huerta relata que cinco perros fueron rescatados por Mundo Patitas. Pero que el destino del resto está en el aire. Algunos vecinos se prestaron a resguardarlos, bañarlos, darles de comer, brindarles atención médica.
Al margen de lo que ocurra con los dos hombres, concluye la directora de la asociación, “todos ellos necesitan una nueva oportunidad de vida”. Ojalá alguien se la dé pronto.