El gobierno estadounidense anunció a finales de la semana pasada su intención de retomar el programa “Permanezca en México”, que ha obligado a decenas de miles de inmigrantes a esperar en México, en condiciones terribles, la resolución de sus procesos de solicitud de refugio en Estados Unidos. Después de la sentencia de la Suprema Corte que dispuso la reinstalación de la polémica política, la administración Biden ha tratado de vender la decisión como un deber. La realidad es distinta. Enfrentado con una crisis migratoria que le complica la vida en un ambiente político polarizado rumbo a las elecciones legislativas del 2022, el gobierno de Estados Unidos ha optado doblar las manos, ir contra su propia promesa moral en el tema migratorio y retomar la que fue una de las más tóxicas políticas antinmigrante de Donald Trump. La sentencia de la Corte le vino como anillo al dedo: ahora Biden puede adoptar políticas migratorias reprobables y escudarse, en este caso, en el mandato judicial.
La decisión es doblemente lamentable porque había una salida. Las cortes incluyeron una válvula de escape que Biden podría haber usado si de verdad hubiera querido acabar con el programa (que prometió eliminar): para reinstalar “Pemanezca en México”, el gobierno de Estados Unidos necesita de la colaboración explícita del gobierno mexicano. De acuerdo con distintas versiones periodísticas, el gobierno de México ha exigido una serie de mejoras al programa a cambio de su cooperación, entre ellas el perfeccionamiento del sistema mediante el cual los solicitantes de asilo atienden a sus citas con el sistema de cortes migratorias en Estados Unidos. El gobierno estadounidense piensa invertir alrededor de 25 millones de dólares para construir y operar cortes temporales en la frontera. Se trata de un buen principio, pero no es ni de lejos suficiente.
El gobierno de México debe negarse a participar de nuevo en “Permanezca en México” a menos de que su contraparte en Washington esté dispuesta a convertirse en un verdadero socio para garantizar el mínimo bienestar de los migrantes que estarán en México. Los antecedentes son terribles. La versión anterior del programa –ideado por Trump y apoyado por López Obrador– hundió en la miseria, el desamparo y la violencia a decenas de miles de seres humanos. Muchos se vieron obligados a vivir en campamentos de enorme insalubridad y riesgo. No hay organización internacional de derechos humanos que no condene lo que fue, a todas luces, una vergüenza histórica para ambos países.
México no puede permitir que se repita esa historia.
En la agenda migratoria, el gobierno lopezobradorista tiene la sartén por el mango. El presidente de México sabe que Biden lo necesita en el tema. Hasta ahora, López Obrador ha aprovechado esa ventaja en el tablero diplomático para desplantes del estilo de la visita de Díaz Canel. Ahora puede usarla para algo que realmente importa y que puede, y esto es crucial, mejorar la vida de los inmigrantes que López Obrador prometió cuidar en aquella distante campaña del 2018. Si a Biden le urge comenzar de nuevo a enviar miles de migrantes a México, el gobierno mexicano debe exigir apoyo para garantizarle a toda esa población una vida digna y segura. Si el regreso del “Permanezca en México” vuelve a derivar en historias de robo, extorsión, secuestro y violación sexual, el gobierno de México habrá perdido la oportunidad –una vez más– de estar a la altura de su promesa de renovación moral.
@LeonKrauze