La pregunta formulada por el Presidente: ¿por qué las Sabritas y los refrescos llegan a todos los rincones del país y las medicinas no? es la correcta y además muy interesante.

Es tan pertinente el cuestionamiento como el de los futboleros: ¿por qué en los campeonatos de futbol siempre gana Alemania o Brasil y nunca nosotros? O la de los innovadores: ¿por qué las patentes se registran en muchos países y las vacunas y los premios Nobel son de ellos… y rara vez nuestros? Entre los pedagogos una variante tan pertinente como las precedentes es: ¿por qué los niños de Finlandia o Corea del Sur tienen tan buen desempeño académico y los nuestros no dominan las habilidades fundamentales de expresión y resolución de problemas complejos?

La respuesta, en todos los casos, nos remite a tres elementos que tienen que ver con la preparación, la organización y la eficiencia administrativa y logística. Las cosas ocurren (o dejan de hacerlo) cuando descuidamos los eslabones que componen la cadena y nos fijamos solamente en su resultado. Las papitas y el refresco (evidencia cartesiana) están en todo el país porque hay un actor eficiente y recursos humanos y materiales suficientes para que esto ocurra. Así de simple y así de complicado.

No hace falta tampoco buscar ejemplos de eficacia administrativa y logística en las denostadas transnacionales. El mandatario podría preguntarse, con el mismo provecho: ¿por qué hay billetes emitidos por el Banco de México en todos los rincones del país? Todos damos por hecho que, si los requieres, los tendrás con facilidad en el banco y la carencia temporal de papel moneda podría desencadenar una sensación de zozobra. No es ningún milagro, es eficiencia. Lo mismo ocurre con las credenciales del INE y, por supuesto, en los procesos electorales. Nos hemos acostumbrado a que, si el Instituto dice que se instalarán 160 mil casillas, se instalan y por la noche, a la hora convenida, se da a conocer el resultado. Ni el dinero, ni el PREP, ni las elecciones, ni las Sabritas son producto de la magia; todas son hijas del funcionamiento de un sistema administrativo eficaz. Verdad de Perogrullo.

El gobierno tiene una perpetua descoordinación entre fines y medios, es decir, una crisis de racionalidad. La administración y el presupuesto nunca secundan a la política. Entre las proclamas mañaneras y la calidad institucional, el Presidente se ve como un gigante político y un enano administrativo. Su popularidad y su vigor no se traducen en mejores servicios para la gente porque no es posible obtener resultados brillantes sí desinviertes en el sistema, lo debilitas bajando sueldos y politizando la función pública y compactas estructuras para beneficio de sus prioridades presupuestales. No se pueden tener las dos cosas.

No se puedes tener —si se me permite la analogía— un equipo de futbol triunfador cuando quieres ahorrar dinero hasta en los uniformes para concentrarlo todo en las prioridades del presidente del club. La pregunta es pues, pertinente y la respuesta es clara: no somos eficientes porque hemos hecho todo para no serlo. Toda la política gubernamental para la adquisición de medicinas ha sido una secuencia de fracasos, desde la centralización en la oficialía mayor de Hacienda de todas las compras, hasta la desconfianza del Presidente en que la burocracia del IMSS (o de quien él decida) se encargue de las compras.

En este país, en donde desayunamos, comemos y cenamos política, la economía se desacelera y los procesos administrativos no son prioridad. La clave para mejorar está en la conjunción copulativa de su título: Ciencia Política y Administración Pública.

Analista político.
@leonardocurzio

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