Ahora tú eres joven como un pájaro muerto en la nieve de marzo.
—Paul Celan
Cientos de zapatos esparcidos. Viejos, sucios, abandonados. Cada par representa una vida arrancada violentamente, un luto silencioso que México repite sin descanso.
Dentro de una semana, martes o miércoles, el escándalo del rancho del horror en Teuchitlán, Jalisco, habrá amainado. Quizá incluso se haya extinguido, reemplazado por el tráfago informativo de alguna que otra estupidez surgida desde la politiquería, por el nerviosismo de los mercados ante la incertidumbre trumpiana o, desgraciadamente, por otra tragedia más del México Roto.
La fotografía de esos cientos de zapatos conmovió al país, y no es para menos. Nos recuerda inevitablemente a un campo de concentración, a nuestro pequeño Auschwitz. Eran zapatos que caminaron con vida, zapatos con dueños, con seres queridos que los extrañan y que hoy cargan un luto impregnado de impotencia al conocer las condiciones de su muerte.
Teuchitlán no es la excepción, es la regla. Habrá cientos, quizás miles de centros de exterminio en todo México. Nos hemos acostumbrado tanto al horror que, ante una imagen que debería paralizarnos, optamos por el olvido selectivo. ¿Cuántos más centros de exterminio debemos descubrir para asumir que México vive en una guerra silenciosa y cotidiana?
De ese tamaño es nuestro infierno. De ese tamaño es el dolor. Si de verdad queremos iniciar un combate frontal contra la delincuencia organizada, "caiga quien caiga", también tendremos que enfrentar el nivel de salvajismo al que nos hemos habituado. El fiscal Alejandro Gertz tiene razón al señalar la probable complicidad de autoridades. Ya veremos si la investigación avanza o termina convertida en una simple vendetta política.
Sí, es culpa de Calderón, de Peña Nieto, de López Obrador y de Claudia Sheinbaum. Pero también es culpa de gobiernos locales, policías, fiscales y todos aquellos que permiten que existan estos 'pequeños Auschwitz' mexicanos. Cuando la corrupción se vuelve rutina, la complicidad también es crimen.
Y es culpa nuestra. Porque preferimos cerrar los ojos y rezar para que no nos toque a nosotros, mientras, nuestros Auschwitz cotidianos siguen operando impunemente.
¿Hasta cuándo?
DE COLOFÓN:
Nepotismo con acento extranjero en Chiapas
El gobernador de Chiapas, Eduardo Ramírez, debería sumarse a la lista de funcionarios de la 4T que alientan el nepotismo, incluso en contra de las propuestas de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Zita Rousarova Hegrova, también conocida como Zita Morales Cervantes, es una mujer de origen checo a quien la suerte le ha sonreído en México. Su 2025 pinta de maravilla: hace poco más de un mes contrajo matrimonio con un mexicano y, para empezar el año con el pie derecho, obtuvo un puesto envidiable muy cercano a su amigo, el gobernador de Chiapas, Eduardo Ramírez.
Zita, quien aún no domina completamente el español, fue nombrada Subsecretaria de Promoción Turística del Estado. En su perfil de Facebook presume fotos con políticos de la 4T y no escatima en elogios para el gobernador.
Hace unos días, en el marco del Día Internacional de la Mujer, participó en el evento “Fomento al Desarrollo Económico de las Mexicanas”, donde compartió foro con su jefa, la secretaria de Turismo María Eugenia Culebro Pérez. Sin embargo, las empresarias del sector turístico de Chiapas no tuvieron voz en el evento, a pesar de sus constantes exigencias de mayor seguridad y una mejor distribución de recursos para la promoción del estado.
Por ejemplo, mientras se destinan millones de pesos para la “digitalización de módulos”, apenas poco más de 80 mil se asignan a la promoción del turismo deportivo. Prioridades cuestionables.
¿Y el nepotismo? Pues resulta que el esposo de Zita, el poeta Ameth López Rivera, otro cercanísimo al gobernador, en la práctica opera como director de Coneculta, aunque oficialmente sólo ostente un cargo operativo.
Dirán que es nepotismo, dirán que es compadrazgo, pero lo cierto es que el gobernador de Chiapas le ha apostado al amor… con cargo al erario, por supuesto.
@LuisCardenasMX