Tanto la coalición Fuerza y Corazón por México como la Cuarta Transformación han quedado al descubierto en algo que preocupa más que los acuerdos cupulares o el reparto de moches. Esos negocios existen en todos los partidos y gobiernos. Si no pregúntenles a los amigos de Andy o a los proveedores de la Casa Blanca. Tanta responsabilidad tienen los que ofertan como los que entregan votos o renuncian a cargos políticos para recibir jugosos favores personales con recursos y espacios públicos. Les importa poco negociar en esos términos, repartirse un pastel ajeno, administrar a destajo los recursos de la ciudadanía.

Los acuerdos a los que hace alusión Marko Cortés, el presidente del PAN, se dieron en el marco de aquel proceso electoral en Coahuila y el Estado de México. El PRI llevaría la batuta para que la candidata y el candidato de la Alianza en esos estados fueran integrantes de sus filas. El PAN, y asumo que el PRD, recibirían a cambio algunos puestos estratégicos. Nada de méritos, nada de reclutamiento y selección profesional. Reparto de sueldos a costa de la nación.

Desde que existe la supuesta alianza entre el PRI, PAN y PRD hemos atestiguado varios encontronazos. Momentos incluso de zozobra en torno a la continuidad de ir en grupo a las elecciones. En algún punto estas tensiones partidarias podrían haber generado contrapesos para construir un proyecto de país en el que no lo defina todo un solo hombre. Eso no está en sus agendas.

Sus intereses están en un da y quita, Marko Cortés, en vez de denunciar que el PRI en Coahuila está desviándose del proyecto político que se le vendió a los coahuilenses en 2023, evidenció que en su “alianza” nunca hubo una agenda común para Coahuila. Lo que sí existió fueron acuerdos que únicamente benefician a los partidos y a sus integrantes.

¿Quiénes serían las personas que se convertirían en las nuevas o nuevos notarios de Coahuila? ¿Algún primo de Marko Cortés? ¿Algún panista norteño que quería retirarse de la política para dedicarse a cobrar por sus servicios notariales para luego heredar la notaría a sus hijos? ¿Se repartirían como las guarderías de Sonora en tiempos de Calderón y de Bours?

¿Por qué la Secretaría de Obras Públicas y la de Fiscalización y no, por ejemplo, la de Gobernación? ¿Será porque en esas secretarías se pueden repartir contratos y cobrar impuestos como se les ocurra? ¿por qué el 20% del registro civil y oficinas de recaudación?

¿Por qué el Instituto de Transparencia? ¿Para poder controlar la información pública respecto a las adjudicaciones de contratos panistas, pero sí soltar información que pudiera afectar al PRI? Lo que se cayó no fue el proyecto político de Coahuila, donde los desacuerdos atravesaron por diferencias intelectuales o de visión. Aquí lo que se cayó fue un negocio entre el PRI y el PAN. Nunca había estado tan vigente aquel dicho popular al son de que “tanto peca el que mata a la vaca, como el que le agarra la pata”.

La afectación de la confesión de Marko Cortés no tiene reparo para la campaña de Xóchitl Gálvez, a menos que ella dé un manotazo en la mesa para demostrar que esos acuerdos no caben en su proyecto político. Para ello, lo único que le queda es cabildear la salida de Alito Moreno del proceso electoral. Siguiendo a los clásicos, debe sacarlos de la foto. No estaría de más atender la urgente renovación del liderazgo político en el PAN.

Es mucho pedirle a estos políticos de miras cortas y nóminas largas. En un momento como el que atraviesa nuestro país, hablar de alianzas partidarias tendría que tratarse de diagnósticos y soluciones compartidas. Con visiones estratégicas de políticas públicas que tuvieran el objetivo de mejorar la vida en las pequeñas ciudades, los pueblos, los estados completos y el país.

@MaiteAzuela

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