La renuncia de Arturo Zaldívar es grave por sí misma. En el día y medio que ha transcurrido desde que se dio a conocer, hay juristas que consideran inconstitucional la aceptación de la renuncia por parte de López Obrador ya que el artículo 98 constitucional establece que los ministros solo pueden renunciar por causas graves. ¿acaso no es suficientemente grave que él, con su adherencia a Morena, reconoce que ya no cuenta con la independencia e imparcialidad que un juez necesita? ¿Debería permitirse que la Corte esté ocupada por un operador político del Poder Ejecutivo? Por el bien de la Corte, mejor que se vaya.

Son variadas las hipótesis que circulan en el intento de explicar la renuncia de Zaldívar. De ninguna de ellas se tiene prueba. Ayer, incluso, el mismo Zaldívar desmintió y aclaró algunas en el programa de Ciro Gómez Leyva: 1) “Yo no estoy dejando la Corte para buscar un cargo público”, 2) “Discutir si esa reforma judicial requiere cambiar o no a los ministros de la Corte, si el método mas adecuado es elección popular o no, y también si es conveniente que siga estando el Consejo de la Judicatura con la presidencia de la Corte”, 3) “No estoy buscando ser Fiscal General de la República”, 4) “en materia de cargos públicos estoy satisfecho […] ahora aspiro a ayudar, si después de eso surge una oportunidad será decisión de Claudia Sheinbaum”.

Aunque las afirmaciones de Zaldívar no están garantizadas, lo cierto es que revelan –por el momento– que su renuncia se trata de una maniobra política que rebasa su voluntad. Lo único cierto en este momento es que el único beneficiado con la renuncia se llama Andrés Manuel López Obrador, ni Zaldívar ni Claudia. Para el ministro hoy solo hay promesas, cuales quieran que sean, son solo eso promesas. Para Claudia, un asesor jurídico más que experimentado (pero que no se hagan, eso ya lo hacían y lo podían seguir haciendo sin renuncia).

La renuncia, desde el punto de vista político, es innecesaria para Zaldívar y para la misma Claudia. Zaldívar no representa ningún beneficio para la campaña de la puntera en las encuestas. Lo que esto revela es que el bastón de mando otorgado por el Presidente a Sheinbaum –que tanto presumen en Morena– es simbólico. Estamos, más bien, en la antesala de lo que será el gobierno 2024-2030 si gana Morena: aquí se hace lo que dice López Obrador.

Eso sí, Zaldívar no es una víctima. El mismo día de la renuncia, quien alguna vez fue el hombre de confianza de Zaldívar y el segundo al mando en su ponencia, publicó que “el juez intelectualmente honesto, estudioso y reflexivo solo tiene un lema: el imperio de la ley”. En los pasillos de la Corte se dice que Zaldívar y Javier Mijangos no se pueden ver ni en pintura desde que el segundo dejó la ponencia. Con su renuncia y adherencia a Morena, Zaldívar ha decidido aceptar el costo de darle la razón a sus detractores más cercanos. La reputación frente a quienes te conocen importa.

La renuncia de Zaldívar se veía venir y llega tarde. Hoy vale la pena preguntarse, ¿desde cuándo dejó de ser independiente e imparcial? ¿desde cuándo opera para López Obrador? Un juez que hace política al día siguiente no era un juez confiable.

Tanto que hace dos años se consultó desde Gobernación a la entonces presidenta del Senado y exministra Olga Sánchez Cordero la viabilidad de asumir la FGR desde la posición de encargado de despacho para ajustarse al 101 Constitucional.

Zaldívar quiere ser otro y hay que dejarlo. Ojalá que la oposición acepte la renuncia y ponga atención en la terna de abogadas que enviará López Obrador para ocupar la vacante. Se elegirá sí o sí a una de ellas. El mismo AMLO lo sabe: “a ver si tengo suerte y le atino, he propuesto cuatro ministros y dos salieron conservas” refiriéndose a Juan Luis González Alcántara y a Margarita Ríos Farjat. El asalto a la Corte puede detenerse con mas juanluises y más margaritas. Menos yasmines y lorettas.

Por cierto, mientras todo esto sucede Xóchitl y los suyos están durmiendo. Qué alguien les despierte.

@MaiteAzuela

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