He sostenido la tesis de que el viejo régimen priista nos vendió tres falacias; la primera es que la política es sucia y cochina, y esto generó que la gente de bien no se metiera a la política, lo que les permitió a ellos seguir haciendo sus cochinadas.
La política es una actividad noble porque es la actividad que gestiona el bien de la comunidad, y a todos nos conviene que le vaya bien a nuestra comunidad. Esta mentira de que la política es sucia se combate con participación ciudadana y siendo muy exigentes con nuestro gobierno para que las cosas mejoren.
La segunda falacia es que el poder se puede usar con criterio patrimonial, es decir usarlo como si fueras dueño.
Esta idea falsa ha arraigado en el mexicano “su derecho a corromperse en el poder”; soy dueño del poder y por eso tengo derecho a usarlo de manera discrecional en beneficio mío o de mi causa. Con este criterio el mexicano llega al poder y se atasca, asi lo hemos visto con personajes de todos los colores políticos incluidos los de ahora.
Esta segunda falsedad de que en el poder se tiene derecho a usarlo con criterio como si fuera dueño, especialmente los recursos públicos, se combate con rendición de cuentas y con sanciones severas para quien hace mal uso de él. Otra vez se necesita una sociedad exigente que obligue a la rendición de cuentas y que presione a que se sancione a quienes hacen mal uso de los recursos de todos.
La rendición de cuentas recuerda al poderoso que no es dueño sino empleado, mientras que las sanciones educan a todos que el que la hace la paga dejando claro que no habrá tolerancia ni impunidad ante los excesos del poder.
La tercera falacia es la idea que dice que cuando tienes poder puedes y tienes “derecho” a abusar del poder; así, al mexicano con poder casi siempre le salen a flote todos sus complejos y se convierte en chicharronero y abusón del poder.
El abuso del poder es la peor corrupción del poder porque de esta cultura falsa deriva la represión, la venganza, la persecución política, incluso el asesinato político. Esta actitud de hacerte sentir que “yo tengo el poder” casi siempre se aplica contra los disidentes, los críticos o todo aquel que no se somete a mis caprichos: lo cual empieza primero queriendo cautivarte o corromperte y, si no funciona, entonces te reprimo subiendo el nivel de amenaza o violencia llegando incluso a la posibilidad de matarte.
Esta falsedad de “tener derecho a abusar” se combate poniendo límites al poder y con contrapesos al poder en los que destaca la división de poderes.
El principal límite al poder es la ley y el respeto a los derechos humanos en toda sociedad democrática, por eso el principio de derecho que reza: que en el derecho privado al ciudadano todo le está permitido salvo lo que la ley le prohíba, mientras que en el derecho público al funcionario solo le está permitido lo que la ley le faculta, todo lo demás está prohibido. También existe otro principio de derecho público que sostiene que está prohibida la arbitrariedad.
Las actitudes del presidente López y del general secretario Sandoval cuando se niegan a sujetarse a la ley y a la rendición de cuentas nos denotan que ambos ya se creen dueños del poder y por tanto creen que pueden usarlo patrimonialmente, suciamente, no rendir cuentas, no sujetarse al imperio de la ley, ni respetar la división de poderes, y les molestan la crítica y las exigencias ciudadanas.
Señor Presidente y Señor General no son dueños, son empleados.