El contexto actual de lo que sucede de cara a los procesos electorales en México y Estados Unidos obliga a un análisis sobre los distintos escenarios que impactará la deteriorada relación bilateral. Uno de ellos es el probable regreso a escena de Trump y el otro… “llevar las relaciones a un nuevo nivel” con China y el torbellino que conlleva.
Ambos gobiernos enfrentan hoy importantes retos en el plano doméstico que están ocasionando una temprana ebullición electoral. La marcada asimetría que genera per se tensiones y desafíos parece aumentar el conflicto latente alrededor de los temas que hoy son epicentro de la agenda no sólo de la región sino a nivel global.
La dinámica en la toma de decisiones en áreas estratégicas en la esfera comercial, migratoria, de cooperación y la de seguridad son puntos que llevan tiempo generando zozobra e incertidumbre; el manejo de los temas que han preocupado al gobierno de Biden referente a asuntos dentro del T-MEC no han sido los más adecuados y la diplomacia para zanjar diferencias, lograr consensos y certidumbre parece estar llegando a un punto de desgaste.
La agenda electoral estadounidense estará centrada en gran medida en los temas de seguridad y el gobierno de López Obrador ha dado ejemplos de sobra para encender todas las alertas internacionales con su política de abrazos para las organizaciones criminales que, todo parece indicar, se pretende continuar un sexenio más.
Y justo en la coyuntura de los pleitos domésticos, el jaloneo latente entre el Ejecutivo y el Poder Judicial llega a su primera aduana ante la acción presidencial diseñada para estimular una reacción específica en los ánimos opositores; la terna de donde deberá salir el nombre de la ministra que ocupará el asiento de Arturo Zaldívar, porrista entusiasta de la cuatroté.
La terna esboza en forma y propósito la estrategia de López Obrador, la misma que viene implementando durante décadas en su forma de hacer política y que es la de provocar. Deliberada y/o intencionada a menudo la utiliza desde el micrófono mañanero ya sea para llamar la atención, distraer de los fracasos en múltiples esferas, crear conflicto —su área de expertise—, generar una discusión, fijar su agenda o simplemente molestar.
No hay nada que sorprenda en los recientes eventos que han sacudido los ánimos electorales con las “corcholatitas” de Morena. Llama la atención que se subestime el carácter del presidente sobre su pensamiento, creencia o concepto que ocupa repetidamente su mente de manera obsesiva y persistente, a veces rayando en lo irracional, sobre algunos hoy exfuncionarios. El resultado integral fue justo lo que López Obrador buscaba. Inédita la ingenuidad exhibida en la burbuja del bastón y del mando.
Ahora lo que sigue es la batalla por la SCJN. La idea fija del Palacio que muestra una preocupación persistente sobre cómo domesticar a los ministros y evitar se convierta esta esfera en un obstáculo para continuar seis años más la transformación que hoy, nadie debe dudar, que es y seguirá siendo de López Obrador y todos serán accesorios para ese fin.
Está en la cancha opositora entrar al laberinto del pensamiento presidencial y adoptar una estrategia astuta, manipuladora y sobre todo pragmática. Todo un reto para esa hoguera de las vanidades que, por conquistar el árbol, están perdiendo de vista el bosque.
Y el tiempo se agota.