A partir de 2016 se instauró el Día de las Escritoras el lunes más cercano a la festividad propia de Santa Teresa de Jesús. La iniciativa surgió en España con la finalidad de dar visibilidad el arduo trabajo de las mujeres en la literatura y así contrarrestar el silencio y la discriminación que han primado entre ellas en el terreno de las artes (por especificar una), y obviamente otros ámbitos.
Para tener un punto de vista específico, esta ocasión el espacio se abre a una escritora potosina con una larga y fructífera trayectoria: Laura Elena González, autora de libros de poesía, gestora cultural y funcionaria en cargos directivos en el ámbito de la educación cultural en San Luis Potosí.
Voy a intentar desde mi experiencia, que no es todo el panorama. Era el momento de efervescencia de los grupos independientes de jóvenes que habían surgido después del 68. La contracultura había permeado por lo menos en las capitales de los estados, queríamos un cambio y nos exigiamos un compromiso. En San Luis Potosí en 1974 se fundó, en la entonces Casa de la Cultura (hoy Museo Francisco Cossío), el Taller Literario de la Casa de la Cultura bajo la dirección del escritor ecuatoriano ––exiliado–– Miguel Donoso Pareja. El taller vino a cambiar el panorama literario de gupos diletantes ––la típica bohemia de hombres de mediana edad y uno que otro joven–– al trabajo como talleristas de un grupo de hombres y mujeres de diferentes edades con un compromiso semanal, que implicaba asistir, pero principalmente escribir, es decir someter el texto al trabajo de grupo. Yo ingresé en 1978, para entonces algunos jóvenes miembros del taller se habían hecho acredores a premios y distinciones nacionales. Lo que era muy alentador para quienes apenás iniciábamos.
Yo fui muy afortunada. Por diversas razones, la escritura era una práctica común entre varios miembros de mi familia. Mi bisabuleo materno fue librero, escritor y editor. Yo crecí literalmente rodeada de libros, de amantes y practicantes de la literatura. Pero al iniciar mi aproximación a la escritura hubo personas que representaban algún poder político que me advirtieron: “Mucho cuidadito con lo que escribes, pero sobretodo ––con un cambio de tono––cuídate de esos greñudos con güaraches.”
Ninguno, no considero que el género determine esas cuestiones.
No me había pasado, sino hasta hace alrededor de un año.
Las dificultades que cualquier practicante de la escritura tiene, en primer lugar tiempo y silencio. La escritura es exigente y es difícil encontrar condiciones propicias en medio del trabajo y cuando los hijos son muy pequeños o están creciendo. Pero fuera de eso, casi siempre las dificultades surjen porque estamos inmersas en un sistema patriarcal.
Primero, mis maestros: Miguel Donoso Pareja y David Ojeda, quienes me acompañaron con firmeza y generosidad para descubrirme en esta dificultad que es escribir. Mis editores, porque con su confianza tendieron el puente que me hizo llegar a los lectores. Y después un grupo de escritores que a través de los años nos fuimos encontrando como una especie de familia literaria extendida que David Ojeda convocó a través de proyectos que nos acercaron. Así, formamos una comunidad gozosa y solidaria.
¡¡Uuufff!! Falta mucho. En primer lugar, un sistema que de verdad fomente la cultura del libro, como un factor de identidad y crecimiento. Hemos visto el continuo ninguneo a la cultura, no solo por parte del gobierno, sino por una sociedad poco interesada. En este país ser escritora no es considerado como una profesión y lo comprobamos en los hechos del día a día. La mayoría de quienes practicamos la escritura debemos ejercer otra profesión para recibir un pago o participar de algún tipo de apoyo para vivienda o salud, que cualquier otro profesional recibe. Pero tengo confianza en la organización de las nuevas generaciones y las nuevas plumas que son más combativas. Ojalá la sociedad en general sea más receptiva y apoye su lucha.
Encontrar la voz es una tarea muy solitaria y la tarea de toda la vida. Solo se encuentra con la práctica que significa escribir y equivocarse, con la disciplina de hacerlo todos los días y el acompañamiento de buenos maestros. Los mejores maestros son nuestras lecturas, hay que leer mucho, pero también hay que vivir, la buena literatura surge de la vida misma. Los aliados son con quienes compartes una visión del quehacer literario. Nunca debemos ir en contra de lo que creemos.
No sé si me escucharía.
Hay extraordinarias escritoras en los tres niveles, y el Nobel de este año, para quienes hacen calculos y registros es la poeta estadounidense Louise Glück.
Sí, hay mucho por construir al respecto.
Leer más, comentar, reseñar y hablar de la buena literatura hecha por mujeres. Regalar sus libros.