El pasado 26 de abril fue un día importante, y lamentablemente recordé el porqué hasta ya pasado el mediodía gracias a las publicaciones de las personas que sigo en mis redes sociales: cuentas de organizaciones, famosos, instituciones culturales, etc., nada que viniera de mis contactos estrechos. El martes 26 se celebró el Día de la Visibilidad Lésbica que, de acuerdo con diversas fuentes, surgió en España gracias al trabajo y unión de muchas mujeres del colectivo.

¿Por qué es tan importante destacarlo dentro del movimiento LGBT+? Porque la lesbofobia sigue muy presente en todas las sociedades. Las mujeres cuya orientación sexual no es normativa sufren, todavía, una doble discriminación: por ser mujeres (en una sociedad machista) y por ser lesbianas (en la misma sociedad homófoba). La lesbofobia es real y se presenta de formas tan sutiles que no se notan o que forman parte de todos esos clichés absurdos con los que muchas generaciones hemos crecido.

Sí, lesbofobia, una fobia más dentro de la homofobia en general. No es necesario golpear a las mujeres lesbianas en la calle, arrojarles cosas, privarlas de sus derechos para que sean víctimas de la lesbofobia. Es todo mucho más simple. Frases como “No seas marimacho”, “caminas como hombre”, “te vistes como hombre”, “no le gustas a los hombres y por eso prefieres a las mujeres”, “eres muy guapa para ser lesbiana”, y demás barbaridades que todos y todas hemos oído desde pequeños son parte de la lesbofobia. El simple hecho de que los padres tengan un pavor por pensar e imaginar que sus hijas vayan a ser así, es lesbofobia.

Para luchar contra todas esas creencias, acciones lesbófobas y la constante idea de que las lesbianas no existen se conmemora el Día de la Visibilidad Lésbica. Porque también hay que señalar que de hombres homosexuales se ha hablado desde los comienzos de la historia del hombre, cuando simultáneamente existían mujeres sáficas, pero de las cuales la Historia se olvidó. Y hasta hace pocos años “surgieron” saliendo del clóset y reivindicando sus derechos.

Y como de filias también habla el título, cabe mencionar lo tristemente irónico que es sentirse parte de una generación más avanzada, en la cual las amistades aceptan y abrazan la diversidad de sus amigos, pero al mismo tiempo, en cuyas reuniones con los más allegados todavía se escuchan frases ofensivas hablando de los “maricones”, o se hacen referencias a personas “muy gays”, o que de plano la palabra “lesbiana” es impronunciable.

Es muy lamentable que ni en los círculos más cercanos se pueda ser uno mismo sin ser “demasiado gay”, porque, claro, los demás nunca van a ser “demasiado heteros”. Ninguna de mis amistades en ninguna de todas las redes sociales compartió un mensaje reivindicativo el 26 de abril, ni lo ha hecho en los pasados meses del orgullo. Si así son las filias, ¿cómo serán las fobias?

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