Este caso es uno de esos en los que me pregunto “¿por qué no me enteré de esto en su momento?”. Pues hasta hace unos días, gracias a las constantes y cambiantes recomendaciones y adiciones de Netflix, di con la película Miss Revolución (“Misbehaviour” en inglés), dirigida por Philippa Lowthorpe, y protagonizada por Keira Knightley, Gugu Mbatha-Raw, Jessie Buckley, Greg Kinnear, Lesley Manville, Keeley Hawes, Phyllis Logan, entre muchos otros; la cual está basada en los acontecimientos reales en torno al concurso Miss Mundo 1970, boicoteado de forma espectacular por mujeres organizadas.

Por un lado, se nos muestra el contexto histórico en que las mujeres de ese entonces (no del todo distinto al nuestro) luchaban por hacerse un lugar en ámbitos plenamente machistas, como las universidades. Por otro lado, vemos cómo el Movimiento de Liberación de las Mujeres se va gestando poco a poco en lugares bastante domésticos de la Inglaterra de ese entonces. Mientras tanto, los hombres al mando de los medios de comunicación y los que encabezaban la organización del afamado concurso, hacen hasta lo increíble para llevar a cabo tan horrendo espectáculo y vendérselo a la gente como el acontecimiento del año para disfrutar ¡en familia!

La película es genial, porque mediante un humor bastante irreverente, nos muestra cómo las mujeres se van organizando dando al principio pasos pequeños, y luego avanzando a grandes zancadas hacia su meta. Nos enseña lo que las concursantes de Miss Mundo buscan reivindicar al mismo tiempo: las distintas ilusiones que tienen en caso de ganar, y por qué están ahí (sí, el racismo estaba a la orden del día). Aquí es dónde esas reivindicaciones chocan: ¿por qué quieren otras mujeres estropear nuestra oportunidad de ser premiadas por ser lindas? Y ¿por qué se nos tiene que premiar por ser bonitas y no darnos un reconocimiento directo por todos nuestros otros logros?

Mientras los espectadores vamos sintiendo una gran empatía por unas y por otras, la visión machista de los organizadores (todos masculinos) se muestra tal y como es: absurda, misógina, irrespetuosa, sexista, machista, capitalista. Hay un momento clave: el concurso en bikini. La edición de la película es fantástica en general, pero en esta escena en particular, en la cual, las concursantes piensan que no podrían estar en el mejor escenario, al tiempo que se les examina la parte posterior del cuerpo semidesnudo como si estuvieran en una feria de ganado.

El machismo doméstico, la falta de empatía, la sexualización de las mujeres, también están presentes, y en personajes que encarnan a nuestros seres más queridos. ¡Qué importante es ver hacia nuestro entorno más íntimo y reflexionar sobre qué hacemos y decimos a nuestras mujeres!

El final no será sorpresivo, pero tampoco lo voy a contar. El movimiento feminista cobró más fuerza y ganó la suma de más y más voces, y no solo de mujeres. Porque hay que decirlo: hay muchos hombres poniendo su granito de arena en esta lucha. La película es muy entretenida, el guion es magnífico, y vale mucho la pena verla. Yo sí recomendaría verla en familia, como si fuera esa edición de Miss Mundo que tuvo a todos en vilo y no solo por la belleza de las concursantes.

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