Pensaba iniciar este texto con algunas palabras que nos llevaran a la reflexión acerca del caos vial que vivimos en San Luis desde que los niños han vuelto a las clases presenciales. Sí, esa es la antigua normalidad a la que muchos no querían regresar, o que a algunos se nos había olvidado: la ciudad que colapsa diariamente en los horarios establecidos por las instituciones educativas, y no hay ni para dónde mirar, ¿o sí? Eso lo dejaremos para otro momento, a ver si mientras tanto a alguien se le ocurre volver a implementar el siempre noble transporte escolar que podría darle empleo a mucha gente y de pasada ahorrarnos minutos de nuestras vidas perdidos en el congestionamiento.

Entonces, un tema más amable surgió: el día en que por fin Pedro cedía a la petición de muchas voces alrededor del mundo. ¡Por fin tenemos en el catálogo de Netflix algunas de las obras maestras del querido manchego Almodóvar! ¿Por qué nos han hecho esperar tanto? ¿No estábamos preparados? Los motivos ya no importan, ya no hay tiempo para teorías conspirativas, porque ahora hay que sumergirse en el maratón de películas del culto almodovariano.

Desde hace unos días podemos ver Tacones lejanos, La ley del deseo, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Kika, Volver, La mala educación, Hable con ella y, claro, Madres paralelas, su más reciente película y por la cual está nominada nuevamente al Oscar la alcobendense Penélope Cruz. ¡Gracias, porque si no se recurría a la piratería, cineclubes, amigos o conocidos con espíritu de “la movida”, no era fácil encontrar las películas y disfrutar de ellas cuando nos diera la gana!

Y sobre Madres paralelas se tiene que decir algo. El aire, el ambiente, la fotografía característica de las propuestas de Pedro se palpan en cada fotograma de la cinta. Pero creo que es una película bastante ligera si la comparamos con los anteriores trabajos del director español. Claro que no faltan algunos diálogos que nos ponen los pelos de punta, como el papelón de Teresa (Aitana Sánchez Gijón), la madre de Ana, quien con más de cuarenta años a cuestas se prepara un montaje teatral sobre una mujer a la que la vida se le va.

Los primeros planos nos reflejan a nosotros mismos en los personajes y sus conflictos, los planos de conjunto reflejan sus personalidades y su entorno, mientras que el decorado de los espacios habla por sí mismo a través de los objetos cotidianos, las obras de arte que acompañan las escenas y los colores tan vivos que hacen juego con el tren de emociones que viven los protagonistas.

La actuación de Cruz es magnífica (como si no fuera de esperarse), y es cierto que Milena Smith hace un muy buen trabajo dando vida a un personaje que puede ser fuerte frente a las circunstancias que la vida le ha plantado, y frágil de cara a sus propias emociones. El paralelismo de este par de madres va mucho más allá del embarazo, sino que se extiende a otros ámbitos de sus vidas (pero no habrá más destripe aquí). Y no podía quedarse fuera la excavación al pasado que la Guerra Civil sigue ocultando a miles de familias en España, y que les impide continuar sin esas ataduras. Esta película es genial, digna de disfrutarse en el momento más placentero que se encuentre. La recomiendo, sin dudarlo, a los seguidores de Pedro y a los que han sido ajenos a su trabajo.

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