La psique del presidente López Obrador será objeto de estudios de un nutrido grupo de especialistas en la conducta humana, me dijo hace poco un reconocido psiquiatra y humanista. Nada en él es predecible. Y siempre abona a nuestra capacidad de asombro, aunque cada vez más también a nuestra indignación y hasta rabia.
Apenas ayer, EL UNIVERSAL sintetizó en su primera plana la conclusión anticipada del Presidente sobre el ataque brutal y asesino contra Ciro Gómez Leyva: “Cuando plantean que pudo ser un autoatentado para afectarnos a nosotros, no lo descarto”…
A ver: en su maraña de contradicciones, el Presidente se ha comprometido a una investigación exhaustiva de la Fiscalía de la Ciudad de México a cargo de su corcholata favorita, Claudia Sheinbaum, pero al mismo tiempo tampoco descarta la intervención de la Fiscalía General de su protegido Gertz Manero, que a su vez ha protegido a su hermano Pío, el de los dineros evidenciados en videos. Peor aún, López Obrador adelanta y da línea a las investigaciones roñosas al afirmar que lo único que se puede asegurar es que el atentado homicida no procede de la 4T, porque su gobierno no es represor.
Se ve que el vocabulario presidencial es muy limitado y que no acude jamás al diccionario. Porque para él, reprimir significa golpear o torturar. Pero ignora la amplitud del término: “Represión: acto o conjunto de actos ordinarios desde el poder, para contener, detener o castigar actuaciones políticas o sociales; reprimir el ejercicio de las libertades”. Que es lo que hace el Presidente todos los días desde el trono de sus mañaneras en contra de los medios de comunicación en una compulsión obsesiva y enfermiza, que si no aprieta el gatillo, sí nos hace blanco de los criminales.
Por ello, alienta que en esas oscuridades surja la luz de una convocatoria de 180 periodistas, editorialistas y académicos: A LA CIUDADANÍA: “El jueves por la noche, el destacado colega Ciro Gómez Leyva sufrió una emboscada y fue atacado a balazos para matarlo. Nuestra solidaridad con Ciro es total y nuestra indignación por el hecho nos lleva a exigirle al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que cese el hostigamiento que ejerce contra periodistas críticos. Prácticamente, todas las emanaciones de odio hacia los periodistas se incuban, nacen y se esparcen desde Palacio Nacional. La difamación, que sustituye al debate de ideas es una convocatoria a la violencia física contra los periodistas estigmatizados por el Presidente. Los asesinatos de periodistas marcan un récord en este sexenio y la impunidad es alarmante. Exigimos al gobierno que esclarezca el atentado, castigue a los culpables materiales e intelectuales y que el presidente López Obrador asuma su responsabilidad política en este intento de asesinato. De no autocontrolarse el presidente López Obrador en sus impulsos de ira hacia periodistas críticos, el país entrará en una etapa aún más sangrienta que ya han experimentado otras naciones latinoamericanas: asesinar periodistas para desestabilizar al gobierno o matar en pago de favores al gobierno. El Presidente tiene la palabra.
Y ya respondió: “…Son los mismos…son los mismos” y la respuesta a mi nueva consulta a mi cuate el psiquiatra: “Ya lo perdimos”.
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