Con el arranque del proceso de sucesión en la UNAM, tras la publicación esta semana de la convocatoria para la elección del nuevo rector o rectora de esa casa de estudios, empiezan a definirse no sólo los perfiles de las y los aspirantes a tan importante cargo, sino también el debate interno sobre los cambios, necesidades y problemas que aquejan a la comunidad universitaria y las visiones plurales que se propondrán para dirigirla.

Y en esa pluralidad de visiones también cuenta la que se tiene desde el grupo que entregará la estafeta, tras ocho años de la gestión del rector Enrique Graue. Fuentes internas de la Torre de Rectoría, que nos pidieron el anonimato, compartieron a esta columna su visión crítica sobre el proceso de sucesión. De entrada, reconocen que la Universidad “requiere una sacudida interna”. La propia comunidad universitaria debe abordar temas sensibles como la precarización del personal académico de asignatura, la violencia de género que ha cedido poco, y la manera en que se han desempeñado un importante número de directores de escuelas y facultades que asumen las dependencias como sus propios feudos, sin consultar nada al Rector. Lo cual ha generado conflictos importantes.

Para lograr enfrentar todos esos temas, quien ocupe la rectoría de la UNAM a partir de noviembre próximo deberá tener sensibilidad para impulsar una reforma interna, pero también tendrá que llegar con fuerza y contundencia para poner en orden, tanto a las mafias locales que existen y operan en la Universidad, como para resistir los embates y no doblegarse ni confrontarse con el poder presidencial en turno. La institución tiene perfiles idóneos, aunque también hay otros perfiles con intereses políticos vinculados al partido Morena.

Son los académicos de la 4T que buscan hacerse de la Rectoría o escalar posiciones en ésta y algunos de ellos ya han comenzado a moverse y a promover su imagen con entrevistas y declaraciones en los medios proponiendo una necesaria “transformación en la UNAM”. Vale la pena ubicarlos y conocerlos para reflexionar si realmente Morena y sus cuadros universitarios podrían mejorar a la institución en caso de que alguno de ellos alcance el poder en la contienda universitaria.

Una de ellas es Rosaura Ruiz. Fue directora de la Facultad de Ciencias entre 2010 y 2017. En su período como directora nunca planteó la necesidad de democratizar a la Universidad. Tampoco democratizó la Facultad. Además, grupos académicos no afines a ella la acusaron de favorecer a sus amigos académicos y de repartir plazas a sus allegados, aunque no tuvieran los mejores perfiles. La doctora Ruiz formó también parte de la Junta de Gobierno, donde estuvo un par de años, pero tampoco desde ahí cuestionó la estructura jerárquica de toma de decisiones ni los vicios universitarios que ahora resalta.

Pero la historia de Rosaura va más allá. Años antes, fue electa como presidenta de la Academia de Ciencias, a donde llegó con el respaldo de Juan Ramón de la Fuente y el fallecido René Drucker. En su gestión en la Academia pactó y negoció prebendas con los adversarios y enemigos a De la Fuente y de Drucker, aquellos que impulsaron medidas neoliberales en la UNAM, como las cuotas: era el grupo que encabezaba José Sarukhán.

En los últimos años, Rosaura Ruiz fungió como secretaria de Ciencia y Educación en el gobierno de la CDMX con Claudia Sheinbaum, desde donde operó financiamiento para profesores activistas de Ciencias. Una académica de la Facultad de Economía incluso denunció las componendas de la doctora Ruiz con Efraín Vega, líder activista de Ciencias, que organizó la marcha de una decena de profesores en contra del entonces presidente del INE, Lorenzo Córdova. Efraín Vega es también miembro de un colectivo universitario que apoya a Morena.

También está Imanol Ordorika, quien ya empezó a hablar en medios sobre la “transformación” de los órganos universitarios. Fue uno de los líderes más destacados del CEU en el 86-87. Egresado de Ciencias y muy cercano al “Pino” Salvador Martínez Della Rocca y a Rosaura Ruiz, su expareja. Posterior a la huelga estudiantil lo becaron para estudiar su posgrado en la prestigiosa Universidad de Stanford. Regresó a ocupar una plaza académica en el Instituto de investigaciones Económicas. El rector José Narro lo incorporó a la burocracia y desde entonces ostenta el cargo de Director General de Evaluación, posición que mantuvo con Enrique Graue.

Ordorika cada cuatro años, en los tiempos de sucesión universitaria, hace críticas severas a la Junta de Gobierno, llama a transparentar el proceso de cambio de Rector, y ahora él mismo es uno de los candidatos de la 4T para buscar la Rectoría. El resto del tiempo se dedica a disfrutar las mieles del poder universitario.

Otro perfil afín a la 4T es el de Mireya Imaz Gispert, hermana del Carlos Imaz, expareja de Claudia Sheinbaum, y que también estuvo casada con Imanol Ordorika. Forma parte del grupo cercano a su exconcuña. Es Directora General de Atención a la Comunidad de la UNAM. Durante casi 7 años ha brillado por su ausencia, aunque encabeza el área que debiera atender problemáticas diversas y evitar conflictos. Su trabajo se ha reducido a organizar algunos conciertos y actividades los viernes en las islas universitarias.

Muchos se extrañan de que Mireya mantenga su cargo en la Universidad, cuando está más que involucrada en la campaña presidencial de la ex jefa de Gobierno, sobre todo por los señalamientos que existen de una campaña sucia contra la actual rectoría desde el gobierno capitalino.

Un caso más de operadores morenistas en este proceso universitario es el de Angélica Cuéllar, exdirectora de Ciencias Políticas y Sociales. Dada su cercanía con Enrique del Val, fue considerada para ser candidata a Rectora de la 4T, a pesar de que durante su periodo como directora, hubo señalamientos en su contra por repartir plazas a sus íntimos allegados.

Durante los últimos meses de su gestión, un grupo de feministas tomó la facultad, como parte de una serie de tomas de escuelas y facultades. El legítimo reclamo de erradicar la violencia de género se mezcló con una consigna de golpear al rector Graue y, de manera sorpresiva, el grupo de feministas decidió devolver las instalaciones de Políticas una semana antes de que comenzara el proceso de cambio de director de la Facultad. Según versiones que circulan en la universidad, Cuéllar presuntamente controlaba a las feministas y, como quería reelegirse, les pidió que cedieran, aunque al final no se reeligió como directora. El grupo de feministas ya sin recursos desapareció de la Facultad.

Eso son los cuadros más destacados de la 4T en la UNAM que hoy, en medio del proceso de sucesión ya iniciado, impulsan con dureza la democratización de la institución. Lo curioso es que mientras ahora piden cambios y reformas, en su paso por las estructuras reales del poder universitario, han reproducido los peores vicios que tanto critican: favorecen a allegados y procuran el bienestar de la familia. Como dice el dicho: con una mano saludan y, con otra debajo de la mesa, golpean. La pregunta es si ¿ellos van a transformar a la UNAM? Detrás de sus banderas y propuestas justas parecen ocultar las ambiciones de querer controlar a toda costa la Universidad. Capicúa de los dados. Falló el tiro.

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