La semana pasada el Inegi presentó los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del primer trimestre del año. Los datos fueron positivos y empalman perfectamente con las anécdotas de empresarios del país; es difícil encontrar trabajadores y los salarios están aumentando. Los problemas intrínsecos a nuestro mercado laboral -informalidad, subocupación, crecimiento dispar- siguen existiendo. Pero las cifras de empleo de los primeros tres meses del año muestran una recuperación casi completa del mercado laboral.
En un año, la población económicamente activa creció en más de dos millones de personas y el número de personas ocupadas aumentó en más de 2 millones 400 mil, lo que implica que ese “excedente” fue tomado de los desocupados que, en efecto, disminuyeron en prácticamente 409 mil personas. Las personas disponibles para trabajar, es decir, aquellas que no trabajan ni están buscando empleo, pero aceptarían uno si se los ofrecieran, disminuyeron en un año en casi 2.2 millones, síntoma de que este rubro -que había sido de los más afectados durante la pandemia- ya regresó al mercado.
Se incorporaron más del doble de mujeres que de hombres a la población económicamente activa --1.4 millones frente a 600 mil— y hubo más de un millón y medio de mujeres adicionales que en el mismo periodo del año pasado. De hecho, la tasa de participación femenina alcanzó prácticamente 46%, cifra que no se había visto antes en México y que empieza a estar en línea con algunas tendencias internacionales.
La subocupación –quienes ya tienen un empleo pero desean otro adicional para complementar sus ingresos-- disminuyó de 9% a 7.3%, una caía de aproximadamente 700 mil personas y está cerca de ubicarse en los niveles del mundo pre covid.
La informalidad sigue. A pesar de que la tasa de informalidad mostró una ligera disminución frente a la del año pasado –55.1% frente a 55.2%--, durante el primer trimestre del año hubo un incremento de cerca de 1.2 millones de personas que trabajan sin prestaciones para tener un total de 32.2 millones ocupados de esta manera.
La informalidad, como casi cualquier variable económica, muestra enormes diferencias regionales. Si bien en el país 55 personas de cada 100 trabajan en la informalidad, en Oaxaca son 80, en Guerrero 79 y en Chiapas 74. No es coincidencia que esos estados sean también los más pobres y los que menos crecimiento económico sostenido han tenido. En contraste están Chihuahua, Coahuila y Nuevo León con las menores tasas de informalidad. La brecha entre el sur y el norte sigue presente.
Ante un mercado laboral más ajustado, los salarios han aumentado. Los ingresos de los trabajadores formales han crecido 2.3% en términos reales, es decir, ya descontando la inflación, y los de los informales lo han hecho en 3.6%. Sin embargo, las diferencias de ingreso entre la formalidad y la informalidad siguen existiendo, los trabajadores informales ganan en promedio 35% menos que los formales.
Las cifras de empleo fueron buenas, aunque el mercado laboral aún se encuentra ligeramente debajo de la tendencia que tenía. Hay muchas preguntas que todavía necesitan tiempo para ser respondidas. ¿Estamos cerca del tope del ciclo económico? Con un mercado laboral tan ajustado, y el bajo desarrollo de capital humano actual, ¿será el país capaz de aprovechar la oportunidad del nearshoring? ¿Habrá algo qué se pueda hacer para cerrar la brecha regional? Muchas dudas, pero por el momento, muy buenos datos.