La semana pasada se llevó a cabo la Cumbre de América del Norte en la Ciudad de México. Como suele suceder en estos eventos, hay muchas reuniones públicas y pocos acuerdos verdaderamente trascendentes. En este sentido, me sorprendió escuchar al presidente López Obrador hablar del comité de “sustitución de importaciones” que se había acordado formar y en el que participarían representantes de Estados Unidos, Canadá y México.

La resultado de la Cumbre no habla de semejante política industrial. Sí habla, sin embargo, de la búsqueda de una mayor competitividad regional a través de la integración de cadenas de suministro en los tres países, así como de la promoción de inversión específica en industrias del futuro, como los semiconductores y los coches eléctricos. Es decir, establece como un deseo compartido de los tres países que conforman Norteamérica hacia la consolidación del nearshoring.

El término está de moda. Cualquier expectativa de crecimiento de México en los próximos años está relacionada con este fenómeno que empieza a crecer a raíz del conflicto entre Estados Unidos y China y del deseo de tener cadenas de suministro más cercanas a los mercados y menos susceptibles a bloqueos. El fenómeno no es nuevo, pero el momento para México es ideal. Nearshoring se refiere a la idea de traer la producción de bienes, principalmente intermedios, que hoy se encuentra en Asia, principalmente en China, a la región; es básicamente relocalizar cadenas productivas de Asia a Norteamérica.

El principal beneficiario podría ser México. Los costos laborales y la abundancia relativa de mano de obra hacen de México el destino ideal para este movimiento. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Para que una empresa decida trasladar su cadena productiva a México, el país tiene que brindarle las garantías de que su inversión será redituable. Una condición necesaria para que esto suceda es que podamos brindarles a las empresas energía eléctrica -primordialmente limpia para que puedan cumplir con sus metas energéticas globales-, en un suministro confiable y a precios competitivos. Ese es el principal obstáculo que impedirá que el nearshoring sea de la magnitud que puede ser y, en consecuencia, limitará los beneficios en crecimiento y en capacidad instalada que podría tener el país.

Cuando escuché al presidente hablar de sustitución de importaciones, pensé que quizás esa era la forma en la que él estaba planteando el concepto de nearshoring, más ad-hoc a su ideología y forma de expresarse, pero sin pensar en medidas proteccionistas. Sin embargo, el editorial de de esta semana pone el dedo en la llaga. Considera que los subsidios descomunales que se están dando en algunos países, Estados Unidos entre ellos, para impulsar ciertas industrias, legislación como la Inflation Reduction Act y la CHIPS Act del mismo país, o la prohibición en la exportación de ciertas materias primas, son todas medidas proteccionistas que tendrán como resultado un incremento en precios y una mala asignación de recursos públicos.

México tendría que estar esperando con los brazos abiertos esta inversión que podría cambiar la cara del país a mediano y largo plazo, pero también deberíamos tener claro que el comercio no es un juego de suma cero. La ganancia de uno, no tiene por qué ser la pérdida del otro. En este acuerdo comercial, y en cualquier otro que tengamos, tenemos que ver el comercio como una oportunidad de sumar. 

@ValeriaMoy


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