Febrero, el segundo mes del año, es conocido por tener sólo 28 días, a diferencia de la mayoría de los otros meses que tienen 30 o 31 días. Esta peculiaridad tiene raíces históricas y astronómicas que se remontan a la antigua Roma.

Foto: Histórico Digital.
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Orígenes del calendario romano

Los nombres de los meses del calendario romano tienen una rica historia mitológica. Originalmente, el calendario, creado por Rómulo, alrededor del siglo VIII a.C., constaba de 10 meses y comenzaba en marzo.

Por aquel entonces el calendario se basaba en los ciclos lunares y contaba con 304 días. Numa Pompilio, segundo rey de Roma, llevó a cabo una reforma en la que añadió los meses de enero y febrero. Enero fue dedicado a Jano, el dios de los nuevos comienzos y febrero a Februus o Plutón, dios de la purificación.

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Durante esta reforma, febrero se colocó al final del año y mantuvo sus 28 días. Este cambio se hizo por razones religiosas y supersticiosas, ya que los romanos consideraban que los números pares eran de mala suerte.

A medida que se añadieron nuevos meses, los romanos los dedicaron a dioses como Marte, Venus, Maia, Juno y los emperadores Julio César y Augusto. Septiembre, octubre, noviembre y diciembre mantuvieron sus nombres originales, reflejando su posición en el calendario.

Foto: significado.com.
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El calendario juliano

En el 46 a.C., Julio César introdujo el calendario juliano, basado en el año solar. Aunque se añadieron días a algunos meses, febrero conservó sus 28 días (29 en años bisiestos), logrando una duración anual de 365 días.

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El calendario gregoriano

En el siglo XVI, el calendario gregoriano “corrigió” el desfase del calendario juliano con respecto al año solar, estableciendo que febrero tendría 29 días cada cuatro años.

Foto: Museo del Prado.
Foto: Museo del Prado.

El mes de la purificación

¿Por qué febrero se llama así? Este mes también está vinculado a las festividades romanas de las Lupercales, fiestas celebradas en honor al dios Lupercus o dios de los pastores y celebradas entre el 13 y el 15 de febrero.

Durante estas celebraciones, se utilizaban tiras de piel de cabra, llamadas februa, las cuales se sumergían en la sangre proveniente de los sacrificios y se usaban para golpear suavemente a las personas para purificarlas y promover la fertilidad.

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El nombre de febrero proviene de Februarius, que significa "perteneciente a Februa", reflejando estas ceremonias.

Aunque las Lupercales fueron prohibidas por el Papa Gelasio I, su legado persiste en el nombre de febrero. A pesar de que los rituales han desaparecido, el mes mantiene su conexión con la purificación y la renovación.

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