La afasia es una enfermedad cognitiva que daña la parte del cerebro encargado del funcionamiento efectivo del lenguaje; quienes la padecen pierden la capacidad de expresarse, también la habilidad lectora y escrita disminuye progresivamente. Este trastorno se manifiesta, comúnmente, de forma repentina o luego de padecer un accidente cerebrovascular o una lesión en la cabeza, desencadenando que la persona afectada emita oraciones largas, inconexas y carentes de sentido lingüístico; muchas veces, quien la padece, no advierte las inconsistencias de su lenguaje.
De acuerdo a los "National Institutes of Health" (NIH, por sus siglas en inglés), este trastorno ataca, principalmente, al área izquierda del cerebro y, específicamente, al lóbulo temporal, uno de los seis lóbulos principales del cerebro, responsable de modular la audición del cerebro e impulsar los sistemas de comprensión del habla. Cuando el lóbulo deja de funcionar como debería, la o el paciente pierde la destreza de expresarse y comprender el lenguaje, la o lo imposibilita, además, de llevar a cabo prácticas de repercusión cognitiva como la lectura y la escritura.
Más comúnmente, esta enfermedad ataca a personas con mediana edad (55 años) y adultos mayores (más de 66 años). Sin embargo, puede ser diagnosticada en la población infantil, aunque estos casos son poco usuales. De acuerdo con la Asociación Nacional de Afasia de Estados Unidos (EU), en la actualidad, la padecen más de un millón de personas de la región y es adquirida por 180 mil personas cada año.
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Un accidente cerebrovascular es uno de los detonantes de la afasia. Esta lesión cerebral ocurre cuando un coágulo de sangre o vaso se revienta o gotea, lo que provoca que se corte el flujo de sangre de un hemisferio cerebral. Como consecuencia, las células cerebrales mueren, al no recibir el suministro de sangre necesario que transporta y nutrientes para su buen funcionamiento.
Las lesiones cerebrales, según el instituto de salud de EU, son causados por golpes severos de cabeza, tumores cerebrales, heridas de bala, infecciones en el cerebro, y trastornos neurológicos progresivos, como la enfermedad de Alzheimer.
La afasia es clasificada de dos formas; la afasia fluida y no fluida, de las que se derivan otras categorías de la enfermedad.
Dentro de la afasia fluida existe la afasia de Wernicke, la manifestación más común de esta afección, que produce que las personas expresen oraciones largas sin una conexión lógica entre las palabras, así como crear nuevas palabras que carecen de sentido para la receptora o el receptor. La o el paciente no es consiente de los errores que comete al hablar o comunicarse con las otras y los otros.
El tipo más común de afasia no fluida es la afasia de Broca, este tipo afecta al lóbulo frontal del cerebro. Quienes la padecen suelen debilitarse de partes del cuerpo como el brazo y pierna derecha. En este caso, las personas que la padecen sí comprenden lo que otras u otros expresan. Además, tienen plena conciencia de lo que quieren emitir y sólo dicen frases cortas.
"Una persona con afasia de Broca puede decir ´Pasea al perro´, lo que significa ´Llevaré al perro a dar un paseo´ o ´libro libro dos mesa´, que significa ´Hay dos libros sobre la mesa´", indican los NIH.
También existe la afasia global que daña todavía más proporciones del cerebro que la dos anteriores, lo que produce que las personas tengan una severa incapacidad de comunicarse, hablar o comprender el lenguaje. En este caso, las y los pacientes sólo logran decir un par de palabras y no alcanzan a formular una frase completa.
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Esta enfermedad es diagnosticada por la o el especialista que, primero, detecta una lesión cerebral. Para estos efectos, la o el paciente es sometido a una resonancia magnética nuclear (RMN) o una tomografía computarizada (TC). Inherente a estos estudios, la persona será evaluada para detectar los alcances y limitaciones que tiene para expresar sus ideas, conversar, comprender el lenguaje, así como sus habilidades para leer y escribir.
Para tratar el deterioro que produce esta enfermedad, las personas que la padecen son tratadas con terapias de habla y el lenguaje, que ayudan a las y los pacientes a recuperar su capacidad de comunicarse, pues -de acuerdo con estudios previos- puede restaurar varias de las capacidades pérdidas, de la misma manera que provén a la o el doliente de nuevas técnicas para comunicarse efectivamente, a través de gestos imágenes o el uso de dispositivos electrónicos.