La obesidad (en la que México es líder mundial: ocupa el primer lugar en la infantil y el segundo lugar en la de adultos) es una epidemia asociada al hiperconsumo de alimentos, sobre todo industrializados y, por lo tanto, al cambio climático, a la deforestación y al maltrato del planeta.

“Esta epidemia está ligada al calentamiento global porque, para alimentar a una sola persona, hay que generar una enorme cantidad de energía”, dice Rodolfo Acuña Soto, investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM e integrante de un grupo multidisciplinario que se dedica a las reconstrucciones históricas de epidemias con el fin de predecirlas eventualmente.

Por ejemplo, para que una barra de galleta llegue al consumidor se queman combustibles fósiles (gasolina y gas) en la operación de la cosechadora y del molino de trigo, así como en el calentamiento del horno donde aquélla se cuece y, finalmente, en su transportación.

“Toda esa energía es carísima desde el punto de vista ecológico”, sostiene Acuña Soto.

La producción de carne también tiene un efecto devastador en el medio ambiente; por ejemplo, la de un kilo de carne de res conlleva la utilización de unos 15 mil litros de agua: entre la que requiere el cultivo de la alfalfa que come el animal y la que éste bebe.

Además, una res fermenta en su estómago y eructa grandes cantidades de metano. Millones de cabezas de ganado en el mundo generan ese gas de efecto invernadero, cuyos efectos son peores que los del dióxido de carbono.

De ahí que sea necesario bajar el consumo de carne, porque la ganadería intensiva también requiere cultivar enormes superficies para alimentar al ganado, lo que lleva a la deforestación de bosques y selvas.

“Por el hiperconsumo de alimentos, cuya tercera parte se echa a perder, hay una conexión entre cambio climático, deforestación y maltrato del planeta”, reitera Acuña Soto.

Serie de transiciones

De acuerdo con el investigador universitario, las razones por las cuales hoy en día se vive una epidemia de obesidad en el país tienen que ver con una serie de transiciones que comenzaron a darse hacia 1940, más o menos.

“De ser un país con una población mayoritariamente rural, joven, pobre y con enfermedades infecciosas, México se convirtió en uno con una población mayoritariamente urbana, más longeva y con una baja mortalidad infantil”, indica.

En efecto, en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, una de cada 20 personas tenía 65 años. Ahora, una de cada cinco tiene esa edad. Y en los próximos años, una de cada cinco tendrá más de 65.

“Asimismo, de ser un país con una educación pública preponderante, buena y efectiva, México se convirtió en uno con una educación pública débil y una educación privada preponderante”.

Debido a una evolución de millones de años, los humanos somos por naturaleza animales rurales a los que nos gusta vivir en entornos poco ruidosos e interactuar con otros individuos, tanto a nivel familiar como social.

“Sin embargo, el hecho de que en pocas décadas pasáramos a conformar una sociedad con un ruido excesivo y una gran soledad probablemente esté muy relacionado con las actuales epidemias de obesidad, depresión y suicidio”, añade el investigador.

Pérdida de cultura culinaria

Con todo, el factor que más ha influido en la aparición de la epidemia de obesidad en México es que éste dejó de ser un país donde se preparaba y comía comida casera tradicional y se convirtió en uno donde se consume comida chatarra industrializada, adictiva y sin ninguna regulación.

“Nuestra cultura culinaria, que se creó a lo largo de miles de años y que permitía llevar una dieta equilibrada, se perdió en el lapso de dos generaciones. Con el crecimiento acelerado, caótico y gigantesco de las ciudades, que implica, entre otras cosas, la movilización masiva en vehículos, largos y cansados trayectos para trasladarse de un punto a otro y la disponibilidad de menos tiempo, se tuvo que adoptar una alimentación rápida y poco equilibrada”, sostiene Acuña Soto.

En opinión del investigador de la UNAM, a largo plazo, el hiperconsumo industrializado, en especial de comida, repercutirá en la salud de las personas de manera impresionante. En el futuro muchos de los jóvenes de ahora serán adultos mayores obesos, diabéticos, hipertensos, con una mala calidad de vida, una alta frecuencia de cáncer, innumerables periodos de invalidez y, posiblemente, sin cobertura médica.

Por eso, ante un sistema de salud pública “agotado”, Acuña Soto propone reformarlo, implantar medidas preventivas, regular la venta de ciertos productos como la comida chatarra y subir impuestos a otros igualmente dañinos como los cigarros.

“Quizás nos vaya mejor. Pero si todo continúa igual, de seguro nos irá muy mal.”

Reconversión impostergable

Ya que la historia de las epidemias es la historia de las relaciones de los humanos con el medio ambiente, con la biología del mundo, la guía para la solución de esta problemática debe encontrarse en un enfoque multidisciplinario que incluya disciplinas tan diversas como la climatología, la demografía, la historia, la geografía, la agricultura, etcétera, así como modelos matemáticos.

“Un grupito de investigadores especializados en pocos temas, sin revisiones críticas ni seguimiento no puede plantear soluciones reales para una problemática tan compleja”, asegura Acuña Soto.

Ante la advertencia del sexto informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el medio ambiente, México y el resto del mundo tienen ya poco tiempo para revertir la reforestación, el uso de plásticos y motores de combustión interna, y el hiperconsumo de alimento chatarra y carne; reorganizar el sistema de salud de tal modo que se transforme en uno con un alto contenido preventivo; y hacer de las ciudades lugares más seguros, limpios y tranquilos.

De acuerdo con el investigador, si bien todavía se puede cambiar la dirección de las tendencias, no se ve un ánimo robusto para que la situación mejore.

“Hay iniciativas, proyectos, grupos de investigación trabajando..., pero incluso con la suma de todos estos elementos no podemos ser muy entusiastas. La ignorancia es la forma más fácil de seguir haciendo lo mismo sin enterarse de las consecuencias. A lo mejor, en estos nuevos tiempos que corren en México, podemos cambiar algunas cosas y redirigir otras. ¿Qué tanto? No lo sé”, finaliza.

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