En el Mar Báltico, a 150 metros de profundidad, un grupo de investigadores encontró hace unos días un barco de finales del siglo XV o inicios del siglo XVI. El hallazgo es único en su tipo porque hasta ahora no se conoce ningún navío de la época de Cristóbal Colón.

Los investigadores de varias nacionalidades estuvieron liderados por Rodrigo Pacheco-Ruiz, licenciado en arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), quien actualmente es investigador de la Universidad de Southampton (Reino Unido).

En entrevista con EL UNIVERSAL, Pacheco-Ruiz explica la relevancia del hallazgo y reflexiona sobre la situación actual de la arqueología marítima en México y el apoyo para estudiar en el extranjero.

Rodrigo Pacheco-Ruiz dice que la arqueología es una disciplina por la que se interesó desde temprana edad porque estuvo en contacto con el Centro de Estudios Teotihuacanos y tuvo influencias como la de María Elena Ruiz Gallut, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Pero resalta el valor de la ENAH.

“La ENAH es la base de todo lo que aplico como arqueólogo. Mi paso por esa escuela fue uno de los momentos más importantes de mi carrera. De hecho, la ENAH tiene gran cantidad de prácticas que en otras universidades de gran prestigio ni siquiera hacen”, asegura.

En 2006, Pacheco-Ruiz concluyó la licenciatura. Dos años más tarde, Jorge Manuel Herrera Tovar, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas, le recomendó continuar sus estudios en la Universidad de Southampton.

“En Southampton hice la maestría y el doctorado, pero todo fue gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), sin ese apoyo de becas en el extranjero no hubiera podido. Si hay algo que valdría la pena mencionar del pasado, es el apoyo incondicional del Conacyt a sus becarios. No estoy muy enterado de cómo esté actualmente el apoyo, pero sí puedo decir que lo que recibí fue incondicional y de alto grado”, afirma.

Desde que llegó a la universidad de Reino Unido, Pacheco-Ruiz ha colaborado en diferentes proyectos como arqueólogo investigador de postdoctorado, como en el Proyecto del Mar Negro, con el que pudieron localizar más de 65 barcos hundidos que datan desde el periodo romano hasta la actualidad.

“El pecio más antiguo del mundo es uno que dimos a conocer en septiembre de 2018. En ese proyecto estaba encargado de hacer la fotogrametría, trabajo que consiste en tomar fotos de un objeto en diferentes posiciones, al juntar esas fotos se conforma un modelo en tercera dimensión. Lo que es especial de esta técnica es que se hace a través de robots situados a 2 kilómetros de la embarcación y todo se comunica con fibra óptica, códigos y tecnología muy avanzada”, explica.

El hallazgo. Actualmente, además de continuar su carrera como arqueólogo en la Universidad de Southampton, Rodrigo Pacheco-Ruiz trabaja para una compañía que realiza prospección submarina.

“En la empresa hay varios proyectos, no todos son arqueológicos, algunos son de infraestructura. Uno de ellos consiste en la inspección y prospección de oleoductos y gasoductos que Rusia está poniendo para conectar con Europa. Nosotros tenemos que mapear el lecho marino antes de cualquier otro trabajo. Al hacer el mapeo encontramos entre 70 y 80 barcos, aunque no todos son históricamente importantes. Por desgracia, la gente está muy acostumbrada a tirar grandes cantidades de basura en el mar, pero entre todo eso encontramos un barco de hace 500 años”, destaca.

La Universidad de Southampton, Deep Sea Productions y el Instituto de Investigación de Arqueología Marítima de la Universidad de Södertör participan en el proyecto que encontró el barco a 150 metros de profundidad, en el Mar Báltico. Sin embargo, el especialista dice que aún no puede establecer la fecha exacta del barco bautizado como Okänt Skepp (Barco Desconocido), porque no han tomado muestras.

“Creemos que es de finales del siglo XV e inicios del siglo XVI por elementos de la embarcación, como cañones, mástiles, la forma del barco, el tipo de la madera, pero lo más importante es que no lo podemos fechar con precisión hasta que podamos tomar muestras y las sometamos a estudios. El valor de este barco radica en que no existe ninguna embarcación de este periodo y a este nivel de conservación”, indica.

El investigador mexicano señala que posiblemente a fin de año tomen muestras del barco y quizá, para ese trabajo, incluyan a estudiantes de la UNAM y Southampton. “Aún estamos en una etapa temprana del proyecto, falta que se escriba, además se requieren fondos porque un trabajo así cuesta alrededor de 85 mil dólares por día”, recalca.

El alto costo del proyecto, indica el especialista, se debe a que el barco se encuentra a 150 metros de profundidad y el límite para bucear es de 90 metros, por lo que deben utilizar maquinaria específica.

La situación nacional. Rodrigo Pacheco-Ruiz también es coinvestigador del Proyecto de Arqueología Marítima de la Guerra de Intervención, que realiza Jorge Manuel Herrera, investigador de la UNAM. Para este proyecto, Pacheco-Ruiz hizo en 2018 trabajos de fotogrametría.

Como parte del Proyecto de Arqueología Marítima de la Guerra de Intervención se utilizó el Buque Oceanográfico Justo Sierra, embarcación de la UNAM que cuenta con un equipo de expertos.

“La idea es que la arqueología marítima en México se mueva a lo que se hace internacionalmente, como lo realizado en el Mar Báltico y el Mar Negro. En México ya van por buen camino, por ejemplo el uso del Justo Sierra es un gran avance, se ha utilizado antes por el INAH, pero fue para una investigación de arqueología. Ahora, el buque se utiliza para arqueología marítima, es decir, vamos por ese camino de la exploración. Lo que México necesita es más inversión para la exploración de sus aguas profundas, las expediciones son muy caras y necesitamos generar interés y una mayor cultura hacia la exploración de nuestras aguas territoriales y de las aguas que tenemos por descubrir. Tenemos que pensar que México era el camino por donde llegaban de distintos lados y en diferentes periodos de la historia”, indica.

El especialista adelanta que el siguiente año regresará a México, entre otras cosas, para “comer unas ricas enchiladas, visitar algunos lugares como Cancún, pero también para ver en qué puedo ayudar en diferentes proyectos”.

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