Mary Franco era una jovencita cuando a principios de 1930 para “castigarla” por su comportamiento rebelde su padre la entregó a una institución psiquiátrica conocida como Pacific Colony. Al principio, aquel lugar localizado en Spadra, California, se convirtió para ella en una especie de refugio contra las peleas familiares. Lo que nunca imaginó es que sería sometida a una intervención médica que la marcaría toda su vida.

Una supuesta “debilidad mental” y su historial familiar —descendiente de padres mexicanos—, Mary fue esterilizada sin su consentimiento ni el de su familia, un procedimiento mal hecho que además de afectar su vida, le provocó problemas de salud. “Tuvo varios novios pero como no pudo tener hijos no se casó; además, la esterilización la hicieron mal y tuvo problemas médicos toda la vida”, relata la historiadora Natalie Lira.

La historia de esta joven mexicoamericana es una de las miles que esta investigadora de la Universidad de Illinois y su colega Alexandra Minna Stern de la Universidad de Michigan han identificado entre 20 mil casos de latinos, la mayoría de orígenes mexicanos, que fueron esterilizados contra su voluntad en instituciones psiquiátricas y de salud mental de California entre 1920 y 1956.
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En 1909, como también sucedió en otros estados norteamericanos, California implementó una ley de eugenesia que permitió a las autoridades esterilizar a personas en condición de pobreza, con discapacidades, y a inmigrantes latinos.

El estudio que realizan estas investigadoras desde hace varios años revela que una de las comunidades más afectadas fueron los mexicanos, a quienes consideraban “propensos a la delincuencia” o con un “nivel de inteligencia más bajo”. Estas prácticas que sobrevivieron hasta 1970 y afectaron a miles de mexicanos fueron también un modelo que inspiró a la Alemania nazi para establecer su política oficial de higiene racial.

Alexandra Minna Stern, quien ha documentado la eugenesia en Estados Unidos y sus efectos en la comunidad latina, asegura que hacia 1934 Alemania envió incluso una expedición a Pasadena, California para conocer el funcionamiento de esas prácticas que se ejercían principalmente en instituciones de salud mental y hospitales psiquiátricos.

“California tenía uno de los programas más agresivos y es un modelo que Alemania estimó mucho, miró a California como un ejemplo de cómo desarrollar un programa de esterilización, cómo crear instituciones para tratar a los débiles, a “los inferiores”, y cómo proceder con un programa de eugenesia”, dice vía telefónica la historiadora y autora del libro Nación eugenésica: fallas y fronteras de una mejor reproducción en la América.

A principios del siglo XX, diversos estados en ese país americano adoptaron leyes de eugenesia que fueron utilizadas con motivos “raciales”, como en Virginia, donde el blanco principal fueron los negros y personas en situación de pobreza; en Carolina del Norte esas leyes afectaron a cientos de mujeres afroamericanas, y en California a miles de latinos. De todos esos modelos, Alemania prefirió el del estado del sur debido a los resultados exitosos, dice Minna Stern: “Tenían mucho contacto con los eugenésicos de Estados Unidos en general, pero específicamente eran los de California quienes jugaban un papel importante. Había contacto, intercambio de ideas, había comunicación entre ellos, les gustaba comparar sus programas. Tenían una visión semejante de la pureza racial y de las supremacía de los blancos y arios”.
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En California, donde una gran parte de la población migrante era de origen mexicano, el estado implementó esas medidas en instituciones como Sonoma State Home, en Eldridge, que fue el principal lugar dedicado al cuidado de personas con discapacidad y retraso ​mental, o Pacific Colony, donde el “target” principal fueron hombres y mujeres mexicanos. “Aunque no es la institución que hizo más esterilizaciones, Pacific Colony es donde se esterilizaron a más mexicanos jóvenes, esas prácticas se hicieron con ideas racistas porque consideraban que eran inferiores”, dice Natalie Lira, quien se ha dedicado específicamente al estudio de este lugar. Fue así como conoció el caso de Mary Franco. La historia de esta mujer, ya fallecida, llegó a sus oídos cuando una de las sobrinas de Franco leyó sobre los resultados de la investigación de las historiadoras.

Estas prácticas eugenésicas, explica Minna Stern, también fueron aplicadas por el estado como una medida de reducción de costos, pues consideraban que así podrían acabar con la pobreza y recortar los presupuestos para atender a esa parte de la población que en su mayoría era de origen mexicano. “En ese momento en California había mucha discriminación en contra de los mexicanos, como lo sigue habiendo en otras partes del país. Ahora California es el estado más progresista, pero en los años 20 y 30, había mucha discriminación a los latinos”, apunta.

La investigadora de la Universidad de Michigan comenzó a documentar estos casos desde 2005, después de que halló en los archivos del Departamento de Salud Mental en Sacramento varios carretes de microfilms que contenían los expedientes clínicos de pacientes que habían sido intervenidos en diversas instituciones de salud mental.

Después de procesar toda esa información, la historiadora y su equipo de investigadores identificaron que los apellidos de un gran porcentaje de los pacientes que fueron sometidos a esos procesos médicos eran de origen mexicano. Y la historia detrás de cada caso era casi la misma, señala: “Por ejemplo, para dar un caso que resume todos: una joven mexicoamericana de 17 años, que vivía con su madre y otros cinco hermanos, que no iba a la escuela, tenía problemas con la ley y tenía un novio; las autoridades juveniles se dan cuenta de su caso y la llevan a un reformatorio. Al final deciden que, como no puede aprender y tiene un bajo nivel de inteligencia, hay que mandarla a una institución como Sonoma o Pacific Colony. Al llegar ahí, le dan una prueba de inteligencia, no lo hace muy bien porque las pruebas son completamente discriminatorias y el diagnóstico es que tiene retraso mental y es calificada para ser esterilizada”.
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Evitar familias numerosas. A los mexicanos las autoridades de Estados Unidos los consideraban “biológicamente inferiores” y al ser familias numerosas querían controlar su reproducción, añade Minna Stern: “Había mucho desprecio por la capacidad reproductiva de los latinos y latinas; al Estado le interesaba manejar la reproducción y las vidas de los latinos, querían impedir la reproducción de los mexicanos porque creían que eran inferiores, que iban a tener hijos y que iban a contar con el bienestar del Estado y eso para ellos costaría mucho dinero”.

Según sus preceptos, esterilizar a los jóvenes mexicanos les ayudaría a ahorrar dinero y a “proteger al Estado de los gastos de esas familias numerosas porque el promedio de una familia mexicana era de 5 o 6 hijos. Había un desprecio, no tanto un odio, como una desvalorización de las vidas de las latinas jóvenes. Eso fue”, asegura la investigadora.

El trabajo de Minna Stern y su equipo también ha logrado identificar que de ese universo de 20 mil pacientes esterilizados habría en la actualidad unos 700 sobrevivientes, quienes deben tener un promedio de 70 u 80 años de edad.

Estos resultados han llevado a asociaciones y a legisladores a impulsar una iniciativa de ley en California para compensar a las personas que todavía viven y que fueron afectadas con esas medidas. Natalie Lira comenta que no han logrado hasta ahora contactar a algún sobreviviente directamente, pues además de que ya son mayores de edad, “hay una cierta vergüenza por el antecedente de haber estado en una institución así”.

La ley sigue en proceso de revisión en California. Natalie Lira confía en que se logrará aprobar, pues considera que sería una manera de recompensar a esas personas “que perdieron algo muy personal”.

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