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La final de la Copa Libertadores 2018 entre River Plate y Boca Juniors parece que al fin se va a disputar, pero lejos del Monumental de Núñez.
No hubo otro remedio: el Superclásico argentino se escenificará el en el Santiago Bernabéu, la casa del Real Madrid... a 10 mil kilómetros del sitio que había sido contemplado inicialmente. La vuelta de la final se trasladó a Madrid tras los desmanes que malograron su disputa en Buenos Aires hace dos semanas.
Varios jugadores de Boca resultaron con heridas horas antes del partido cuando hinchas de River agredieron con piedras, botellas y palos el autobús que llevaba a los xeneizes al estadio Monumental. La ida, con Boca de anfitrión en La Bombonera, se saldó con un empate 2-2.
El que los dos grandes de Argentina no hayan podido culminar un cruce inédito por el título del continente es visto como una deshon- ra en todos sentidos. Pero las circunstancias y obstáculo a lo largo del último mes sólo han servido para dejar en evidencia la violencia y el caos imperante en el futbol argentino.
Desde que se suspendió el juego, las directivas de ambos clubes han entrado en una batalla de declaraciones tratando de ganar el partido en la mesa (Boca) o jugarlo lo antes posible (River). El más reciente intento de Boca de ser proclamado campeón sin jugar el domingo no prosperó cuando el Tribunal de Arbitraje Deportivorechazó su pedido para que se suspendiera el partido de vuelta.
Boca apeló ante el TAS el viernes, luego que la Conmebol dictaminó en contra de descalificar a River del torneo por los incidentes que ocurrieron en Buenos Aires. Las autoridades españoles están en alerta máxima al esperar la presencia de 400 y 500 fanáticos violentos en Madrid.
Se movilizarán 4 mil agentes de seguridad para un partido considerado de “alto riesgo”, un dispositivo que supera la magnitud de lo que se hace cuando Real Madrid y Barcelona disputan el clásico español. Boca busca coronarse por séptima ocasión. River ha salido campeón tres veces de la copa.