El desprecio que El Satán le hizo a integrantes del Cártel de Tepito le costó la vida. El joven de 25 años que vivía en situación de calle y pernoctaba en una camioneta vieja en las inmediaciones del parque la Moderna, en la delegación Iztacalco, murió calcinado; el vehículo que usaba como casa fue incendiado; según el peritaje de la procuraduría local, le rociaron gasolina y le arrojaron un cerillo.

No era la primera vez que a El Satán lo habían atacado de esta manera. En marzo de 2017 lo intentaron quemar, en esa ocasión reaccionó a tiempo y sólo le quedaron marcas de la agresión; nueve meses después lo agarraron dormido dentro de su camioneta y nadie pudo hacer nada por él, pero el hecho sembró el pánico entre los indigentes de la Ciudad.

La procuraduría capitalina y el Instituto de Asistencia e Integración Social (Iasis) del Gobierno de la Ciudad han documentado que desde septiembre de 2017 al mes de abril de este año, seis personas en situación de calle que han sido atacados, todos con el mismo modus operandi, fueron quemados en la vía pública mientras pernoctaban en puntos estratégicos. Hasta el momento no hay un solo detenido por estos ataques.

Sobre la quema que han sufrido integrantes de la población callejera, la procuraduría local sostiene dos líneas de investigación al respecto. La primera es la presunta participación de quienes se identifican como integrantes del Cártel de Tepito; según los sobrevivientes a tres de estas agresiones se han negado a vender droga —marihuana, cocaína, pastillas sicotrópicas y cristal— y como represalia les prenden fuego.

Los sobrevivientes que narraron lo sucedido detallaron que los de cártel se acercaron con ellos y les ofrecieron vender las sustancias, el pago podría ser de hasta 500 pesos por día, una ganancia muy redituable para los indigentes, ya que 90% de esa población no cuenta con un empleo fijo.

La condición, según han detallado los afectados, era que las 24 horas del día estuvieran al servicio de los traficantes. A los del Cártel de Tepito les interesaban principalmente las calles Artículo 123, el corredor Roma-Condesa, las inmediaciones de la Narvarte, la Glorieta de Vértiz, los alrededores del Monumento a Revolución, la Ciudadela y el Zócalo capitalino.

En todos estos puntos hay personas en situación de calle que por su condición no son molestados por las autoridades. Puede drogarse, ingerir bebidas alcohólicas, orinar y defecar en las calles sin ser molestados. En dos carpetas de investigación en la Fiscalía Contra en Narcomenudeo, se detalla que a algunos les ofrecieron trabajo de mulas (es decir, los usaban para el trasiego de droga).

Las indagatorias lograron establecer que los indigentes que accedieron a trabajar en el trasiego hacían llegar drogas desde Iztapalapa hasta la delegación Gustavo A. Madero, pasando por todo el corredor de la avenida Insurgentes y en el corredor Roma-Condesa, Tepito y las inmediaciones del Zócalo capitalino sin que fueran detectados, molestados o detenidos por las autoridades.

Llama la atención que aunque están abiertas las líneas de investigación no hay denuncias, pues los llamados sin techo han explicado en repetidas ocasiones que temen a represalias, pues quienes se han negado a trabajar con ellos o renuncian son agredidos por el cártel.

Los testimonios revelan que el pago para ellos era mínimo, pues los criminales saben que son desechables y que su testimonio no tendría valor ante las autoridades investigadoras.

La segunda línea que siguen las autoridades está relacionada con la disputa entre indigentes y que deriva de la invasión de espacios denominados como “bien colocados”. Según la investigación, los sin techo tienen parques, calles, jardines y otros lugares que han adoptado y son de su preferencia, estos puntos están cerca de mercados, restaurantes, plazas comerciales o en espacios donde se concentra mucha gente.

Ahí tienen garantizada seguridad, pues esos puntos son vigilados o hay presencia policial y pueden acceder a comida, pues los paseantes les dejan algunas sobras o ellos pepenan entre la basura; además, obtienen más dinero pidiendo limosna.

El conflicto empieza cuando otros se quieren apoderar de estos espacios o llegan a pedir refugio y después se quedan sin que los puedan mover. “No descartamos nada, pero nos hemos concentrado en estas dos líneas. Algunos sobrevivientes de los ataques donde les prenden fuego nos dicen que entre ellos se queman como mensaje, así saben que no se pueden quedar en algún lugar en específico, pero tampoco denuncian, prefieren dejar el tema en el olvido”, comentó un policía de Investigación de la procuraduría que indaga estos casos.

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