Se han hecho millonarios, han comenzado nuevo negocios, han invertido en otras startups o, incluso, han creado escuelas para aprender a hacer productos como los que ellos fundaron, pero ahora quieren darle al botón de pausa y repensar el impacto de sus acciones a través del Centro para Humanizar la Tecnología, creado por diversidad de perfiles, entre los que se encuentran algunos de los primeros empleados de Google y Facebook.

 En el manifiesto fundacional los empleados consideran que no se trata de un hecho puntual, sino de una alerta social: "Lo que percibimos como una adicción es parte de algo mucho más grande. Es parte de un problema invisible que afecta a toda la sociedad. Facebook, Twitter, Instagram y Google han creado productos que han tenido un impacto positivo en todo el mundo. Pero estas empresas también han creado un carrera de suma cero por nuestra atención infinita.

Lo necesitan para hacer dinero, forzados a rendir más que su competencia, usan técnicas de persuasión para mantenernos pegados. Como los news feeds creados con inteligencia artificial, las notificaciones y más comportamientos para potenciar este uso".

Incluso desmenuzan las técnicas de algunos de los servicios más populares: "Snapchat convierte nuestras conversaciones en rayitas. Los niños ahora miden así su amistad.

Instagram glorifica la vida perfecta, erosionando la autoestima.

Facebook nos segrega entre cámaras de eco, fragmentando comunidades.

YouTube emite automáticamente un video tras otro, incluso si comes o duermes. No son productos neutrales. Están diseñados para crear adicción".

Este movimiento se une a las declaraciones recientes de Tim Cook, consejero delegado de Apple, que prefería que su sobrino se mantuviese lejos de las redes sociales. O del arrepentimiento de Chamath Palihapitiya por su implicación en los mecanismos de Facebook para enganchar a la audiencia.

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