La barrera del lenguaje fue el obstáculo más grande al que se enfrentó Dominga Kalixto de la Cruz en su labor como supervisora electoral del distrito 07 con cabecera en Tamazunchale, San Luis Potosí, ella habla náhuatl como lengua nativa y en aquel distrito una buena parte de las personas seleccionadas hablan Tének.
No es la primera vez que Dominga se confronta a esta situación, hace tres años, como capacitadora electoral, tuvo que buscar la forma instruir a personas que además de mirarla con desconfianza, se dirigían a ella en un lenguaje que no entiende.
Dominga no tuvo más que acudir con la autoridad para que le ayudaran a interpretar a los ciudadanos electos e intentar convencerlos de aceptar el compromiso de ser funcionarios de casilla. Incluso señaló que en algún momento se acompañó “todo el tiempo” de un intérprete.
“Es un reto tratar de saludar, decir adiós, son dos o tres palabras que tienes que aprender para ganarte a esa persona que te ve diferente, que piensa que somos diferentes y que a lo mejor tiene desconfianza”.
En la tarea de acudir a los domicilios de las personas, comenta que tuvo diversos incidentes “desde correteadas de perros, guajolotes, chachalacas…de todo”, hasta palos le tocaron en Tamaletón, Tancanhuitz, por acudir sin identificación ni el chaleco rosa del INE, representativo de quienes realizan la labor de capacitación, situaciones que justifica por la desconfianza que siente la gente al no conocer el fin de su visita.
Y no solo eso, la migración también es una circunstancia que impide que los ciudadanos sean notificados o participen en el proceso electoral como funcionarios de casilla, Dominga recuerda que la tarea más complicada, en la conformación de mesas directivas de casilla, le tocó en el municipio de Tancanhuitz, allí por falta de empleo los jóvenes emigran a otros lados al concluir la educación básica.
“Prácticamente se van, nada más terminan de estudiar secundaria y bachillerato. Se van, nos quedan las personas adultas, en el caso del Tancanhuitz, personas grandes con nivel de escolaridad muy bajo; desde el quinto y tercer año de primaria son los que integran la mesa directiva de casilla”, puntualizó.
La dispersión poblacional es otra característica de las comunidades en la Zona Huasteca de San Luis Potosí, ese factor también generó anécdotas para Dominga cuando en su afán de localizar a los ciudadanos le daban instrucciones para llegar a los domicilios.
“Me dijo una ciudadana; pregunté, ando buscando a ‘Juan Pérez’, y me dijo, no mira ese vive aquí lueguito, aquí a la vuelta, te vas todo derecho al arroyo y allí llegas al domicilio del ciudadano.
Caminé un kilómetro…caminé dos kilómetros, tres kilómetros -toma aire- y no había llegado a la casa. Ya cuando llegué cerca de una casa pregunto; ¿disculpe aquí es la casa del señor ‘Juan Pérez’?; sí, dice, sí vive aquí; Oiga, una pregunta, le digo, ¿y cuándo van ustedes al mercado por dónde se dirige, se dirige todo por donde me vine?; y me dice no, es que tú ya no estás en Tancanhuitz ya estás en Coxcatlán.
Pero en este peregrinar casa por casa, lo que le parece más entrañable a Dominga es la amabilidad de la gente que le ofrecía lo que tenía: “la gente te regala un vaso de agua y te regala la poca comida que tiene. Sea lo que sea, sean bocoles con sal que sean bien recibidos porque te lo está dando el ciudadano”, recomendó.
Y pese a todas las vicisitudes, subrayó que el compromiso de la gente de comunidades es más grande que el de habitantes de otra zona de la región, pues en los procesos electorales en los que ha participado nunca se dio una ausencia “no tuve ninguno que no se presentara el día de la elección”, puntualizó.
En lo grande de este compromiso coincide Angélica Santiago Dolores, quien como Dominga supervisó la capacitación de funcionarios de casilla en la Zona Huasteca. Angélica dice que para quienes resultan electos “el hecho de que después de la jornada reciban un reconocimiento” es suficiente para participar, pues “lo ponen allí a la entrada de su casa, eso es algo que uno va y si ya ha sido uno funcionario de casilla es satisfactorio de que trabaje en comunidades”.La anécdota más entrañable que guarda sobre el proceso y que demuestra el ánimo de participación de la población, es que uno de los funcionarios haya aceptado su nombramiento postrado en cama y con suero “él dijo si quiero nada más me pongo bueno (…) y se capacitó estando en cama”, narró emocionada.
En contraparte, la situación más difícil es convencer a los maridos y hasta las suegras, para que permitan a las mujeres aceptar los nombramientos de funcionarias de casilla.
“Es un reto que tenemos los capacitadores y supervisores. No ir a convencer al ciudadano que salió insaculado, sino ir a convencer al esposo o quizá a la suegra, o sea, tenemos que pasar primero por varios procesos para que la ciudadana dé el sí”.
Mencionó que el porcentaje de rechazos es alto cuando los hombres impiden la participación de las mujeres situación que calculó se repitió en el 55 por ciento de los nombramientos que su equipo trató de notificar y concretar, situaciones que ocurrieron en su mayoría en Aquismón.
“En la sección 49 de Aquismón batallamos para integrar el doble de los ciudadanos requisitados (sic)” porque los maridos cuestionan “qué va a andar haciendo mi mujer todo el día o que va estar haciendo allá en la capacitación, luego le van a meter ideas”.
Angélica menciona un caso en el que ella misma acudió a verificar porque la ciudadana había rechazado el nombramiento. De ese rechazo tenía el antecedente de que el capacitador electoral había sido echado por el esposo de la ciudadana seleccionada.
Al llegar al sitio salió el esposo y preguntó, en dónde te firmo, ella rechazó el nombramiento, ¿está muy ocupada?, pero ante la insistencia de Angélica el señor entró en la vivienda, discutió con su esposa y volvió a salir asegurando que ella no podía participar.
maria.medrano@clabsa.com.mx
vkc