A los 51 años, Irma Hernández es un reflejo de la fortaleza inquebrantable de una madre que ha dedicado su vida al cuidado de su hijo. Su historia está marcada por renuncias, sacrificios y una lucha constante por salir adelante en un mundo que no le ha dado tregua.

En entrevista para EL UNIVERSAL San Luis Potosí, Irma platicó la historia de vida que le ha tocado vivir al convertirse en una mujer cuidadora.

“Desde los 17 años, he sido modelo, estudié relaciones industriales con la esperanza de tener un futuro estable, pero la vida me llevó por un camino distinto”, comentó.

Irma explicó que su hijo nació con síndrome de Down y con el tiempo, fue diagnosticado con trastorno del espectro autista y un trastorno mental de agresividad refractaria, el cual es un diagnóstico difícil, pero más difícil aún ha sido enfrentarlo prácticamente sola.

Durante años Irma ha intentado equilibrar su vida profesional con su papel de madre cuidadora, pero el mundo laboral nunca le permitió hacerlo.

“La situación para una mamá cuidadora es difícil, porque tenemos hijos a los que cuidamos siempre y es difícil tener un trabajo donde tengamos buen horario o prestaciones, ya que, lamentablemente, existe la discriminación. Yo, por ejemplo, tenía una plaza y la tuve que dejar por las necesidades de mi hijo y ahora estoy desempleada”, explicó.

Así mismo, enfatizó que en muchas ocasiones no existe flexibilidad, ni comprensión por falta de los patrones para cambiar turnos y mejorar el salario.

Hoy, Irma sobrevive con trabajos informales, sin prestaciones. Está divorciada desde hace nueve años y, además de cuidar a su hijo, también se hace cargo de su madre que es una persona de la tercera edad.

"Sin descanso, ni pausas, ni respiro"

Pero el dolor más profundo de Irma no ha venido del abandono ni de las dificultades económicas, sino de la violencia que ha sufrido en su propia piel.

Su hijo, debido a su condición, ha tenido episodios de agresividad que la han llevado a vivir momentos de verdadero terror.

“Me golpeaba y yo no podía hacer nada, no era su culpa, él no lo hacía de forma consciente, pero eso no quitaba el dolor, no sólo el físico, sino el que sentía en el alma”, afirmó.

A pesar de que su hijo ya ha sido sometido a una psicocirugía en un intento por mejorar su calidad de vida, Irma sigue enfrentando desafíos enormes, como el cansancio que es evidente, pero su espíritu sigue intacto.

Irma se define como una mujer fuerte, resiliente y cariñosa.

“Me gusta hacer deporte, me ayuda a mantenerme en pie, a no caerme del todo”, confesó.

Pensión "básica" alimentaria, otra lucha

Irma aún lucha por obtener la pensión alimenticia que le corresponde, un proceso burocrático desgastante que se suma a sus preocupaciones diarias.

“Cada vez estoy más cansada, mi hijo ya tiene 23 años, soy una mujer sola que por la sociedad siempre estamos juzgadas y más aún con un hijo completamente dependiente de mí y pues el padre se tiene que hacer responsable de lo que le toca”, subrayó.

Su salud también ha resentido el peso de los años de lucha: recibe tratamiento psiquiátrico y psicológico para sobrellevar la carga emocional que lleva en los hombros.

“Soy una mujer que le gustan los retos y mi vida es todo un reto, muy difícil, pero siempre tengo la esperanza de que un día será diferente”, finalizó.

Es la prueba de que el amor de una madre no tiene límites, pero también un reflejo de la indiferencia de un sistema que no ofrece apoyo suficiente a quienes cuidan de otros.

Irma pide comprensión pero sobre todo, pide que su historia sirva para que otras mujeres en su situación no sean invisibles.

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