Por medio de una página de internet, Sol encontró un trabajo de hostess en un restaurante de la capital del país, pero a su llegada la gente que contactó le quitó su pasaporte y le dijeron que las vacantes en los restaurantes ya se encontraban ocupadas. Lo único que quedaba disponible era trabajar como “modelo” para el portal ZonaDivas.com.

Sol llegó al país en 2015. Con 22 años de edad y una silueta bien definida, la convencieron de dedicarse al sexoservicio, pues le comentaron que con “todo eso que se cargaba podía sacar buena lana” para pagar la deuda que, sin saberlo, ya había adquirido.

“En mi primer servicio, un tipo entró al cuarto donde había tres chicas además de mí, me aventó ropa interior y me gritó ‘vámonos, hay que chingarle’”, explicó Sol.

Apenada, al sentir las miradas de las otras chicas, se vistió para la ocasión, delineó sus labios con un tono rojo carmín y caminó con la vista clavada en el suelo.

“Suerte”, fue lo último que escuchó antes de cerrar la puerta del edificio donde las tenían resguardadas, en la calle de Niza 75, en la famosa Zona Rosa de la capital del país.

“Este cliente es muy importante en el país, no la vayas a cagar y entrégale este paquete”, le advirtieron.

Esa noche por su servicio le pagaron 10 mil pesos. Entró a un hotel de avenida Patriotismo. “Él era alto y de piel blanca, por la botella que pidió y por el reloj que se quitó supe que era alguien con mucho dinero”, recordó la venezolana.

No tuvieron sexo, le pidió estar desnuda y frente a ella consumió la cocaína, que contenía el paquete. Cerca de las seis de la mañana Sol volvió al cuarto. De los 10 mil que pagó el cliente, ella únicamente recibió mil pesos.

De la mano de Tepito

Ella y todas sus compañeras que se anunciaban en la página ZonaDivas.com no sólo eran obligadas a prostituirse para pagar todos los gastos que generó su llegada al país, también tenían que vender drogas y consumirlas.

“Para mantenerte activa tienes que meterte algo, acá no hay de que ‘estoy cansada o tengo sueño’.

“La mayoría de los clientes piden alguna droga, puede ser marihuana, cocaína, tachas”, indicó.

“Hay unas pastillas que se llaman Rohypnol, esas las disolvíamos en las bebidas de los clientes y con ella ya no te acuerdas de nada”, aseguró.

Con el argumento de que eran vitaminas, Sol consumió en repetidas ocasiones lo que le ofrecían los encargados de llevarlas a los hoteles; sin embargo, no estaba enterada de que la drogaban para volverla adicta y así asegurar su permanencia en el negocio.

Declaraciones de amigas cercanas a las modelos extranjeras que fallecieron reiteran que los clientes potenciales son políticos, pero también integrantes de los grupos criminales y de narcomenudeo que operan en la zona de Tepito.

La mayoría se llega a relacionar sentimentalmente con narcomenudistas, porque son amenazadas de denunciarlas ante las autoridades para que las deporten, debido a que ellas entran al país en condición de turistas.

“Muchas veces nos llevaron a recoger paquetes en la madrugada, supongo que el destino era Tepito, porque pasábamos por el Eje Central Lázaro Cárdenas y la Torre Latinoamericana, en el Centro.

“Llegábamos a vecindades que eran horribles, nos daban dinero para entregar a otras personas y ellos nos daban paquetes que contenían armas y drogas”, mencionó Sol.

 

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