En el marco de la Feria Nacional de la Enchilada (FENAE), que se celebra del 19 al 28 de abril de 2025 en Soledad de Graciano Sánchez, San Luis Potosí, es pertinente recordar el origen de uno de los platillos más emblemáticos de la gastronomía potosina: las enchiladas potosinas.
La historia de este platillo se remonta a 1919, cuando Cristina Jalomo, originaria de Soledad de Graciano Sánchez, comenzó a elaborar tortillas como medio de sustento tras quedar viuda.
Un día, por accidente, su nixtamal fue mezclado con residuos de chile cascabel en el molino. Lejos de desechar la masa rojiza, decidió aprovecharla. Al probar las tortillas resultantes, descubrió un sabor picante y placentero, que más tarde se convertiría en la base de sus singulares enchiladas.
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Inicialmente, doña Cristina ofrecía estas tortillas a su familia. Pronto tuvo la idea de rellenarlas con queso y salsa de chiles, sellarlas en el comal y añadirles un toque de crema.
Su creación tuvo tanto éxito entre vecinos y conocidos que en 1923 comenzó a venderlas en la Plaza Principal de Soledad. Fue hasta la década de 1960 cuando su hija Victoria Medellín las bautizó como “enchiladas potosinas” y en 1965 el platillo obtuvo su registro oficial.
Con el paso del tiempo, las enchiladas potosinas evolucionaron y comenzaron a servirse con guarniciones como guacamole, frijoles refritos y cueritos en vinagre.
Este platillo ha conquistado paladares dentro y fuera del país, incluidos los de expresidentes como Adolfo López Mateos y Adolfo Ruiz Cortines, quienes recibían el manjar por avión.
Actualmente, la tradición continúa en manos de la cuarta generación de la familia Jalomo. Sobre la calle Hidalgo, en el municipio de Soledad, María del Carmen Moreno, nieta de doña Cristina, sigue elaborando estas enchiladas de forma artesanal, usando masa mezclada con chile cascabel y un relleno de quesos regionales y jitomate asado.
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Las enchiladas potosinas forman parte del vasto patrimonio culinario de México, reconocido en 2010 por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Durante la FENAE, este platillo es el protagonista indiscutible y representa no sólo el sabor de una región, sino la historia de una mujer que, con creatividad, dejó un legado que perdura más de un siglo después.