Entre los habitantes del Barrio del Saucito en San Luis Potosí se cuenta una leyenda de hace aproximadamente 60 años, que relata la historia de una joven que vivía con sus padres y su hijo en una modesta casa ubicada cerca del templo del barrio. Trabajaba incansablemente durante el día para mantener a su pequeño; su vida era sencilla, nada parecía fuera de lo común hasta que, una noche, algo perturbador comenzó a suceder.

Cuenta la leyenda que aquella mujer sintió de pronto un peso inexplicable en su cuerpo, una especie de cansancio que la obligó a dormir temprano.

Colocó a su bebé a su lado, como siempre, y apenas cerró los ojos empezó a escuchar su llanto, pero con un detalle inquietante: sonaba lejano, como si proviniera fuera del cuarto. Despertó alarmada y lo encontró a los pies de la cama, dormido, como si alguien lo hubiera movido.

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Al principio, creyó que todo había sido un mal sueño, pero la escena se repitió varias noches seguidas. Cada vez que despertaba, el bebé aparecía en un sitio distinto y en una de esas madrugadas, escuchó pasos sobre la azotea y el crujido del techo, como si algo o alguien caminara encima. Aterrada, intentó calmarse rezando, pero nada la preparó para lo que viviría después.

Aquella noche, los pasos se sintieron más cerca. La madre juró que alguien se paraba sobre su cama, pero al abrir los ojos, solo vio la oscuridad y al pequeño, otra vez, lejos de ella. Revisó puertas y ventanas, todas estaban cerradas. A la mañana siguiente, le contó a su madre, quien trató de tranquilizarla diciendo que quizá todo se debía al cansancio. Sin embargo, la joven ya no podía dormir tranquila.

Pasaron los días y el miedo creció. Una noche más, mientras el silencio cubría la casa, volvió a escuchar los pasos, el llanto y luego nada. Al amanecer, al buscar al bebé, descubrió que no estaba en la cama. Corrió despavorida por toda la casa hasta que, en el patio, lo encontró envuelto en su cobija. Pensó que dormía, pero cuando lo tomó en brazos, notó que no respiraba.

Sus padres acudieron al escuchar los gritos y al destapar al pequeño, vieron que su cuerpecito estaba cubierto de extrañas marcas, eran moretones y con rastros de tierra. Nadie pudo explicar lo ocurrido, pero el rumor se extendió rápidamente por el barrio: decían que una bruja había rondado la casa y se había llevado el alma del niño.

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Desde entonces, los habitantes del Saucito comenzaron a colocar cruces de cal en puertas y ventanas, una antigua costumbre para alejar a las brujas que buscan a los recién nacidos. Algunos vecinos aún aseguran ver luces extrañas que flotan sobre los techos en las noches sin luna y dicen que cuando el viento sopla desde el cerro, se escuchan susurros que parecen venir de otro mundo.

La leyenda de la bruja del Saucito se ha transmitido de generación en generación y aunque el barrio ha cambiado, el temor permanece. Nadie sabe si aquella mujer realmente existió o si es solo un mito.

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