La mexicana Yolanda Rocha del Valle considera que están en una “cuarentena privilegiada”. A bordo del Diamond Princess, en Yokohama, frente a las costas de Japón, ella y su esposo Joaquín esperan con paciencia, e intentando mantener el optimismo, el momento en que podrán bajar del crucero donde están confinados desde el pasado 3 de febrero, tras detectarse un caso de coronavirus, hoy identificado como COVID-19.

En total, son ya 218 personas que dan positivo en la embarcación a la enfermedad. Y la angustia crece ante el paso de los días, admite Yolanda en entrevista telefónica con EL UNIVERSAL.

“Nosotros estamos bien, con ánimos arriba, le estamos echando muchas ganas a pesar de estar confinados en una habitación de la cual podemos salir dos veces por semana o tres, cuando mucho”. Sin embargo, el ánimo no es igual entre otros pasajeros. “Hay gente que está sufriendo claustrofobia o cierto tipo de estrés”, crisis nerviosas, comenta. Para estos casos, detalla, se está proporcionando ayuda psicológica a través de un número telefónico, aunque sólo se manejan los idiomas inglés y japonés.

Para los aproximadamente 14 latinos que, detalla Yolanda, viajan en la embarcación, es complicado, como también entender los informes que, tres veces al día, da el capitán sobre la situación. Yolanda les ayuda a traducir del inglés al español.

Uno de los temores que se suscitó, y del que dieron cuenta pasajeros en redes sociales, fue el de la escasez de medicamentos para pacientes con enfermedades crónicas. Pero Yolanda comenta que ya se les proporcionaron los fármacos. “Venía uno con medicinas para los trayectos que cada quien iba a tomar, pero se fueron agotando y fue necesario requerir medicamentos de afuera, los cuales han sido ya suministrados poco a poco”. Ha sido, prosigue, una “labor titánica  porque  se tienen que traducir del japonés al inglés”. En aquellas situaciones en las que no se encuentra el medicamento, se les ha entregado el equivalente.

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Yolanda asegura que en el crucero los tienen “consentidos”. Prueba de ello, las comidas que les sirven.

La mexicana, ama de casa, asegura que los pasajeros del Diamond están “muy consentidos”. También en el tema de los médicos. “Han subido cuarenta y tantos médicos japoneses, además de los que ya traía la tripulación. Hay un hospital aquí muy grande, con muy buena infraestructura”. Dos veces al día, los pasajeros se toman la temperatura con termómetros que les proporcionaron. Si sube a más de 37.5, deben reportarlo de inmediato.

Los pasajeros tienen televisión y además se mantienen al tanto de todo lo que ocurre gracias a dos diarios que les hacen llegar: The New York Times y el Japan Times. Pero los anuncios de nuevos casos, y lo prolongado de la estadía, generan nerviosismo.

En algún momento surgió preocupación de que la enfermedad se diseminara a través de los sistemas de ventilación. Dado que algunos camarotes no tienen tampoco ventanas, o balcones, el temor creció. Pero según Yolanda, el capitán explicó que “el aire no es viciado, es completamente nuevo”, y que no existe riesgo alguno.

“Hay una inquietud ya de la tripulación que tiene más sobrecarga de trabajo... Finalmente nosotros estamos muy consentidos, muy preocupados por nosotros, pero todos estamos sufriendo y padeciendo de lo mismo”.  La asistencia, afirma, “ha sido extraordinaria”.

En este tiempo, indica, han pasado algunos sustos, incluyendo un conato de incendio. “Íbamos en el mar. Salimos cada dos días a hacer un ejercicio de mar. El barco tiene que salir a aguas internacionales para cambiar agua, purificar, abastecer”, narra. “Al regresar hubo un conato de incendio. Llamaron a la tripulación, eran las cinco de la mañana de aquí, entonces es alarmante despertarte a las cinco de la mañana con esa situación. No entendimos mucho porque los anuncios fueron en japonés, pero sí era una una emergencia… Al día siguiente el capitán nos informó que era un conato de incendio porque una batería se había sobrecalentado”.

Yolanda y su esposo, pensionado, se embarcaron a principios de enero por razones de turismo. Frente a la emergencia,  mantienen sus rutinas también para pasar el tiempo, hacen ejercicio, ven programas de televisión, noticias. A ella le ayuda para entretenerse el traducir para los demás latinos.

Entre la tripulación, enlista, hay tres mexicanos: una joven que trabaja en el spa, otro en la cocina y otro en el room service.

Uno de los momentos felices es cuando pueden salir, a pesar de las restricciones, que incluyen “llevar tapabocas, no congregarse en grupos mayores. Si acaso tenemos que platicar con alguien, no acercarse a una distancia menor a dos metros”.

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Para salir, dice, “tenemos que subir por las escaleras. Sí son bastantes pisos, 18 pisos, y bajar igualmente, porque los elevadores son para las personas de movilidad restringida”. Pero no importa, con tal de poder tomar el aire.

Hasta ahora, la fecha marcada para el fin de la cuarentena es el 19 de febrero, si no ocurre algo que lleve a modificar la situación. Pero sus familiares, lamenta Yolanda, “están preocupadas”. Y para ella y su esposo, la ansiedad viene por el deseo “de estar con nuestras hijas, con nuestros nietos y en nuestro país”.

Con todo, Yolanda se siente afortunada. “Finalmente estamos en una cuarentena privilegiada, por estar en Japón, afortunados por estar en esta cuarentena en este lugar. Aquí están cuidándonos”.

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