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En una comunidad apartada del municipio de Tamazunchale, San Luis Potosí persiste una historia que pocos se atreven a mencionar en público pero todos conocen en silencio.
Bajo la centenaria llamada San Juan Bautista, un recinto subterráneo permanece cerrado desde el día en que, aseguran, el infierno lanzó su último alarido.
Según versiones de pobladores mayores, años atrás se llevó a cabo un ritual de expulsión demoníaca en el sótano del templo.
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A la ceremonia descendieron un sacerdote, dos fieles y una religiosa proveniente de Ciudad Valles. En el lugar los esperaba un hombre joven, inmovilizado en una silla y riéndose con un tono tan gutural que, dicen, no parecía pertenecer a esta tierra.
“Somos muchos”, había bramado la presencia dentro del muchacho, justo cuando las velas se extinguieron al mismo tiempo y el piso comenzó a vibrar.
Vecinos relataron que los alaridos que siguieron se escucharon en las calles cercanas, aunque nadie se atrevió a acercarse o preguntar.
Tras horas de enfrentamiento espiritual, el clérigo logró liberar al joven, quien cayó sin fuerzas.

A partir de ese momento, el sótano fue sellado y la historia quedó enterrada, al menos oficialmente.
Sin embargo, trabajadores que décadas después participaron en una remodelación del templo afirmaron que, durante las misas, se oían pasos y murmullos provenientes del subsuelo, incluso una risa idéntica a la que, según los testigos originales, resonó aquel día del exorcismo.
A petición de los propios feligreses, el acceso fue clausurado de manera definitiva. Aun así, algunos vecinos aseguran que al pasar cerca de la entrada sellada, una sensación helada recorre la espalda, como si desde las sombras alguien observa y espera.
Y en Tamazunchale, todos callan, porque hay secretos que, dicen, no conviene despertar.
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