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Celia Lazarini votó ayer por tercera vez, pero en su casilla no hubo plantillas de sistema de lectura braille que el Instituto Nacional Electoral (INE) acondicionó para cada boleta electoral de cargos federales. Tiene ceguera total desde hace 12 años, la retinosis pigmentaria que padece le afectó la vista desde pequeña.
Cuando era una niña, Celia sólo podía ver una parte de todo a su alrededor, “como si estuviera viendo a través de popotes”, describe. Pero eso y la degradación constante de su vista no le impidió cumplir sus dos más grandes metas de vida: ser maestra y convertirse en madre.
A los 47 años que tiene hoy, ya presume dos nietos, uno de cada una de sus hijas, y recuerda cómo empezó como maestra frente a un grupo de niños de primaria, y más tarde, con méritos propios, pudo ascender a ser asesor técnico pedagógico para niños especiales, en especialidad visual, en el Valle de México.
“Ahí daba cursos a los maestros sobre cómo tratar a los niños con discapacidad visual. Primero tienen que tratarlos como a cualquier otro niño, eso es indispensable, y la Secretaría de Educación Pública provee a los planteles que así lo requieren regletas en sistema braille, o de manuales para que los papás adecuen los materiales con relieve”, explica Celia.
Sentada en la silla de jardín que se observa blanca al frente de su casa, donde vive con sus padres, Celia hace un guiño de sonrisa que esconde tristeza, cuando explica que tuvo que dejar ese puesto cuando entró en vigor la reforma educativa.
La maestra Celia nunca firmó un contrato que acreditara su nuevo puesto, así que siempre apareció ante la Secretaría de Educación Pública (SEP) como profesora frente a un grupo, y como no ejercía esa actividad, fue dada de baja.
Está rudo. Antes del domingo tuvo la oportunidad de escuchar a los candidatos a través de la radio y la televisión, y por las mañanas, su papá le leía algunas notas de periódicos, donde también se enteró de los pormenores de las campañas.
“Está rudo, hay mucha pelea más que propuestas, nomás están a ver quién tira a quién”, dice entre risas. En la ventana de la casa que recibió a EL UNIVERSAL hay una lona grande en apoyo a Andrés Manuel López Obrador.
De camino a la casilla, Celia se encuentra con muchos vecinos que la saludan y la ayudan a dar algunos pasos. La banqueta por la que camina, con todo y guarnición, no rebasa el metro y medio, y los coches le pasan zumbando por la derecha.
A la puerta de la escuela que alberga la casilla, en el municipio mexiquense de Atizapán de Zaragoza, una señora le ayuda a encontrar la mesa donde tienen su nombre. “Lazarini, es la letra ele”, dice fuerte. Cuando el funcionario que le da las boletas federales le pregunta: “¿Sabe usted leer en braille?”, y Celia contesta: “¡Pues claro!”.
Aunque hicieron una búsqueda exhaustiva, los ciudadanos que atienden en la casilla no encontraron las plantillas en braille para las boletas locales, así que tuvo que recibir ayuda de un funcionario, para que le dijera dónde tachar.
“Yo creo que era de los míos, porque lo primero que me dijo fue ‘aquí está el de Morena’”, añade entre risas, mientras posa para la cámara de El Gran Diario de México con el pulgar que demuestra la misión cumplida.