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En Facebook fue dibujada como una estadounidense que extorsiona a hombres acusándolos falsamente de acoso sexual. En los comentarios añadieron que normalmente se sube al Metro a causar problemas. La publicación con la fotografía de una rubia de cabello corto y sudadera negra fue compartida más de 70 mil veces y tenía miles de comentarios xenófobos y misóginos.
En la vida real ella es una escritora alemana que pasa sus días terminando su primera novela y alejada de prácticamente todas las redes sociales. La mujer de 42 años—quien desea mantener su nombre en el anonimato por razones de seguridad— teme ahora por su integridad: piensa que alguien la puede reconocer en la calle y agredirla físicamente. Su versión de los hechos es completamente opuesta a lo descrito en las páginas en las que se compartió su fotografía, un retrato que ella no consintió jamás.
Su caso es parte del 4.2% de los usuarios de internet en México que han sufrido violación a su privacidad; un total de 3.1 millones de personas, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2018 (ENDUTIH), del Inegi. El delito, que incluyeamenazas, difamación, secuestro, extorsión y trata de personas, es el segundo cibercrimen más atendido por la División Científica de la Policía Federal; el primero es fraude y ciberextorsión.
El 1 de julio, la escritora se dirigía al Centro Histórico por motivos personales. Por las prisas y por lo concurrida que estaba la zona debido al festejo de López Obrador por el primer año de su triunfo electoral, no pudo subirse al vagón exclusivo de mujeres. En el trayecto hacia la estación Allende, sostiene que un hombre le agarró las nalgas “muy fuerte, con las dos manos”. Por el coraje, se le olvidó cómo gritar en español. Su agresor iba con otro hombre, pero, como pudo, lo agarró de la camisa y lo llevó hasta donde están los policías de esa estación de la Línea 2. De los seis años que lleva en la Ciudad de México, recuerda cuatro episodios de acoso grave. Incluso llegó al grado de cortarse el cabello como una manera de no “llamar la atención”.
Sin consentimiento. Las imágenes de la escritora que circulan en internet fueron tomadas y publicadas sin su autorización.
Cuando los policías tomaban los datos de los hechos, una mujer se acercó a la escena a tomar fotografías con su celular.
En el calor de la situación, la escritora preguntó gritando quién era la mujer, pero uno de los oficiales la tranquilizó diciéndole que él se había cerciorado de que la mujer borrara las fotos.
“Traía un chaleco que tenía bordada el águila de la Ciudad de México, como algún oficial. Yo estaba confundida, [no entendía] quién era ella. Era baja, tenía el cabello a la [altura de la] barbilla y un poco pintado de violeta”, dijo la escritora, quien desistió de continuar con la denuncia, ya que los policías le advirtieron que sería un proceso de varias horas y ella no traía su pasaporte consigo; además, la única prueba era su palabra y pensó que no sería suficiente. Parecía que había terminado la historia y que la experiencia de la escritora se volvería parte del 88.4% de mujeres que vive algún tipo de violencia en México y decide no denunciar ante ninguna autoridad, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en Hogares, del Inegi.
Además, hasta febrero de este año, se habían recibido 23 denuncias por acoso sexual en instalaciones del Metro, una cifra que se disparó a propósito del contexto de los intentos de secuestro, en comparación con las 11 que se registraron de 2016 a 2018.
Una historia viral
Al siguiente día, sus amigos alemanes que también viven en México le avisaron que una página de Facebook llamada Iztacalco Me Gusta estaba compartiendo una publicación en la que la acusaban de extorsionar a hombres en el Metro. Las fotos que la mujer le tomó son la única prueba de la acusación, que, hasta la fecha de esta publicación, sigue compartiéndose.
Primero decidió que lo mejor era ignorar todo, pero cuanto más se fue compartiendo, la autora temió por su seguridad en espacios públicos a pesar de tener en cuenta que en comparación con las mujeres que han sufrido intentos de secuestro en el transporte público su problema “es un lujo”.
“He vuelto a tomar el Metro, pero temo que alguien que haya leído ese post me encuentre en la ciudad y me vaya a matar o [agredir]”, explica.
Para Lourdes Barrera, antropóloga y directora del colectivo Luchadoras, que defiende los derechos digitales de las mujeres, lo que le ocurrió a la escritora se define como distintas formas de violencia digital: “La toma de una imagen sin consentimiento, desprestigio y la creación de una campaña para afectar la credibilidad de una mujer”.
Una amiga de la autora le escribió a la página de Iztacalco Me Gusta para pedirles a el o los administradores que quitaran la publicación por tratarse de una historia falsa. Sin embargo, la respuesta fue: “La volvemos a publicar. Gracias por recordarnos. Así será cada que mandes mensaje para molestar sin argumentos”.
Al respecto, Barrera asegura que es complicado abordar este tipo de casos, debido a que el sitio en el que se publicaron las fotografías de la mujer dan la impresión de que es un “ejercicio ciudadano”.
“Parece ser una cuenta que da información de interés pública, como de personas que supuestamente están teniendo conductas agresivas en transporte público, entonces pareciera que es un ejercicio ciudadano de denuncia para que las demás personas se cuiden, pero es muy claro que en este caso es información falsa”, señala.
”Un dato personal”
La publicación fue compartida como una noticia verdadera por sitios digitales de información. Aunque se desconoce el interés de quien comenzó a distribuir esta historia, un comunicado de Facebook asegura que la mayoría de la desinformación que se propaga en esa red social tiene motivos económicos.
“Si los productores de spam logran atraer a muchas personas a sus sitios contando historias falsas, podrán generar ingresos con avisos publicitarios”.
Una de las acciones recomendadas por la plataforma social ante este tipo de situaciones es reportar la fotografía o la publicación. Este diario buscó la postura de la plataforma y la respuesta fue que por el momento no había “un vocero ideal” disponible.
No obstante, Barrera asegura que el problema es que ese mecanismo “tiene un carácter algorítmico y funciona con cierta automatización”; es decir, no hay un ser humano verificando cada uno de los reportes.
Sin embargo, al tratarse de una fotografía tomada sin el consentimiento, la escritora podría recurrir ante las autoridades mexicanas y denunciar suplantación de identidad o violaciones a su imagen.
Hasta ahora, uno de los pocos registros estadísiticos que hay sobre violencia digital contra mujeres es el módulo de ciberacoso que documentó la ENDUTIH en 2015. En esa encuesta se reportó que al menos 9 millones de mujeres en México han sido víctimas de acoso digital. El 86% de quienes las agredieron son personas desconocidas, como en el caso de la escritora. Además, 26.3% de las víctimas decide ignorar la situación. El estudio fue retomado por Luchadoras para el reporte La violencia en línea contra las mujeres en México, en el que señalan que 33% de los ataques en línea provocan un daño emocional real en las mujeres, dentro del que se encuentran síntomas como estrés, angustia, ira, enojo y depresión. Además, 20% ocasiona un daño reputacional.
“Siento que ya no estoy segura: si los denuncio o no, ya está mi imagen ahí y no hay manera de protegerme. Creo que me gustaría decir que la gente [debe pensarlo] un poco más antes de difamar”, expresa la alemana.
La recomendación de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D) ante este tipo de situaciones es reportarlo a las plataformas digitales correspondientes, ejercer el derecho de réplica y rectificación, y después llevarlo a una denuncia formal.
“A la Policía Cibernética [federal] le falta mucha capacitación en ese sentido. A las autoridades en general les falta perspectiva de género en estos casos. Por la vía civil, porque hay violaciones a tu imagen, que es un dato personal. Las víctimas normalmente sienten que están solas, que las autoridades no responden y que no hay apoyo”, explica Danya Centeno, abogada de R3D.
Ante la proliferación de casos en los que los derechos digitales de las mujeres son violentados surgió la coalición Internet es Nuestra, que busca una red con perspectiva de género libre de violencias, da acompañamiento a víctimas de este tipo de situaciones, como la vivida por la autora alemana.
Centeno reconoce, además, que los ataques en línea impactan distinto a las mujeres, ya que son sexualizadas y atacadas sobre los roles de género, lo que es un reflejo de lo que se vive en el espacio físico.
Para diferenciar los tipos de violencia que sufren las mujeres, la directora de Luchadoras pone de ejemplo la situación de alarma que se vivió hace algunos meses, en la que se registraron algunos intentos de secuestro a mujeres en el Metro de la Ciudad de México, debido a que se encontró una página de Facebook llamada Mi Crush en el Metro, la cual subía decenas de fotografías tomadas sin consentimiento.
“Hay un grave problema de toma de imágenes en el transporte público. La página consistía en fotos que hombres le tomaban a mujeres que les gustaban. Ponían ‘Ayúdenme a identificarla’. Esto podía estar relacionado con los secuestros en el Metro”, dice. Tras reunirse con el equipo de análisis de políticas de Facebook, Luchadoras y otras activistas lograron que se cerrara esa página. Lo consideraron un triunfo.
Por su parte, según Centeno, el principal reto para combatir situaciones como la que vivió la autora alemana es la transparencia entre las plataformas digitales y las autoridades mexicanas.
“Falta mayor información. Hay ciertos formularios que las autoridades tienen que llenar para acceder a información, [pero] lo que nos suelen decir las plataformas es que las autoridades no complementan bien esos formularios. Se echan la bolita mutuamente”, dice.
EL UNIVERSAL solicitó una entrevista con la coordinación de Prevención de Delitos Electrónicos de la División Científica de la Policía Federal, pero no se obtuvo respuesta.
En un texto que la autora tituló Mujer vs Mujer para la persona que le tomó las fotografías, escribe: “Ella decidió que las mujeres como yo debemos ser censuradas, señaladas, detenidas, silenciadas, al igual que aquellas otras ‘locas’ que creen en el insólito derecho de rebelarse ante el acoso, de quejarse, de denunciar, de defenderse ante la violencia sexual ejercida desde las posiciones dominantes del patriarcado”.