Santo Domingo Zanatepec

La funeraria Zoar de Santo Domingo Zanatepec , en los límites con Chiapas, no tiene nada de extraordinario, salvo un pequeño detalle un poco exótico: tres de sus ataúdes tienen una explosividad de flores coloridas, que simulan parte de un traje regional istmeño, lo que al final lo hace diferente de todas las demás funerarias en la región.

Todo comenzó hace un año, cuando el artista plástico de Salina Cruz, Edwin Hernández, recibió un pedido especial de su amigo Marcos Reséndiz, dueño de una funeraria en el puerto: decorar un ataúd con flores de los trajes típicos. El comerciante lo vio pintar en la Casa de la Cultura y le gustó su trabajo, así que le propuso cambiar el concepto de vender la muerte, y él aceptó romper la solemnidad del espacio funerario con colores.

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Edwin tiene 27 años, en total ha intervenido 10 féretros y va por más.

El primer ataúd de madera que intervino estuvo expuesto ocho horas en la funeraria y se vendió. La primera clienta fue una mujer que en vida fue muy fiestera y alegre, así que sus hijos en homenaje la sepultaron cubierta de flores. Con la rápida aceptación comercial llegaron más pedidos, hoy tres funerarias de Salina Cruz, Juchitán y Zanatepec venden sus modelos. En total ha intervenido 10 féretros.

La crítica y la polémica llegaron de la mano de la popularidad de los ataúdes. Edwin recuerda que al publicar sus intervenciones en las redes sociales, algunas personas le recriminaron el “atrevimiento” de no respetar el espacio de la muerte, que es de rituales y sobriedad; recibió hasta insultos, pero también el agradecimiento de una familia que sepultó a su madre en uno de sus féretros.

“Entonces dejé de hacerle caso a las malas críticas (...). Los que han comprado las piezas son personas que homenajean en la muerte lo que sus familiares fueron en vida, es una forma de ir arropados por el color de la tierra, de la cultura y las tradiciones. Es ir a la última morada envueltos en un jardín de flores”, explica.

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Especialista en flores

Edwin tiene 27 años y cuatro como artista, tiempo suficiente para convertirse en especialista en flores, como él mismo se califica, hecho que no ve mal, aunque las críticas de parte de otros artistas tampoco le importan.

“Soy especialista en flores, no me da pena decirlo, mis trabajos están en murales en espacios serios como el Museo de la Catrina en Saltillo, Coahuila; y en los de varias ciudades del país. Además de un par de exposiciones, trabajo mucho con comercios. Muchos me preguntan ¿qué sientes cuando pintas un ataúd? Y siempre respondo que me siento muy orgulloso. Los testigos del proceso creativo saben que se hace con estricto cuidado, por lo que implica para cada familia, siento una gran carga emocional, como responsabilidad un gran respeto por nuestros muertos”.

Su fijación por las flores viene de su abuela de Ixtepec, era bordadora de trajes istmeños y él convivía con ella, de ahí nace su acercamiento con las flores, y al especializarse en éstas es como rendirle tributo a ella.

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Un féretro decorado llega a costar 13 mil pesos si es de cedro intervenido.

Edwin ha logrado gran popularidad, ya que la gente también solicita sus servicios para intervenir sepulturas y lápidas. Ahora planea expandir su propuesta con un empresario de ataúdes en Puebla e intervenir los féretros desde el proceso de elaboración.

El proceso

Todo comienza con los trazos de las flores en los féretros; dependiendo del material (madera, plástico o fierro) es la pintura, después fondea las siluetas con pintura blanca como base, aplica un color y lo difumina, imitando el degradado de las flores bordadas de las tejedoras zapotecas.

Por último delinea con pintura negra cada pliegue de las flores y lo sella con un esmalte para su protección. Todo el proceso en un solo ataúd le lleva entre cinco a ocho horas, según el clima y el material. Los que tardan más en secar son los de acero.

El material y los precios

Pedro Fuentes Morales, dueño de la funeraria Zoar, con 50 años de antigüedad en Zanatepec, comenta que los féretros decorados llaman mucho la atención, las personas le dicen que lo comprarían para una mujer, sin importar el precio, que varía dependiendo del material, acero o madera; llegan a cotizarse hasta en 13 mil pesos los de cedro intervenido.

“Lo más raro que he tenido en 50 años fue un ataúd verde, creí que no se iba a vender porque era chillante y contrastaba con todo lo demás, pero fue el primero que se llevaron. De ahí, estos con flores, que han causado mucha admiración y rompen de alguna forma con lo tradicional”, comenta.

Otro de los ataúdes intervenidos por Edwin se exhibe en la funeraria Habib. El dueño, Miguel Habib, vio su trabajo por Facebook y lo contactó; aunque no ha vendido el ataúd, por ser de los más caros.

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“Es un ataúd que llama mucho la atención, pero es uno de los más caros de la funeraria y la gente siempre busca lo más barato. Este en particular es de los más raros que hemos tenido en más de 60 años, quizás para acompañar a una mujer o un muxe, es lo que me han dicho algunas personas; a un hombre difícilmente se lo comprarían”, explica el dueño.

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Luego del trazo de las flores, se les aplica pintura blanca como base.

Convivir con muertos

Miguel pertenece a la tercera generación de su familia en este negocio, fundado por su abuelo de origen libanés. Así que la muerte y el ritual que lo envuelve fue parte de su entorno desde niño. Reconoce que ha visto de todo en 12 años al frente, como sombras en algunos espacios de la funeraria y movimientos de las extremidades de los cadáveres.

Para Miguel, el ritual de la muerte sigue casi sin cambio entre los zapotecas del Istmo de Tehuantepec, salvo que aumentaron los decesos por la violencia y los desastres naturales.

EL UNIVERSAL Oaxaca

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