Por 23 años, Socorro Vázquez Ríos, mejor conocida como la maestra “Coquito”, ha trabajado para que los niños en situación de vulnerabilidad aprendan. Su labor comenzó primero en las calles de la capital potosina frecuentadas por pedigüeños y limpiaparabrisas, después se trasladó a una aula móvil y desde hace algunos años a un salón de 250 metros habilitado sobre uno de los mercados tradicionales más importantes de San Luis Potosí.

“Hace 23 años que nadie volteaba a vernos, hoy han volteado demasiados”, dice al hacer referencia a la presea Plan de San Luis que este jueves le ha otorgado el Congreso del Estado a propuesta de dos de sus compañeros, y en reconocimiento de su inacabable labor de atender a los niños y las niñas que necesitan solo un poco de atención, como ella lo llama.

Coquito detalla el aula en la que trabaja como el lugar en donde todo se resuelve, donde no se puede decir que no, igual llega un joven universitario solicitando apoyo para realizar una maqueta, que un anciano que ha sido despojado de su pensión y necesita alimento, pero son más los niños y niñas que atiende, que llegan solos, traídos por sus familiares, enviados por sus padres, que buscan un poco de atención, la cual les brinda acompañada de una dosis de aprendizaje.

“Muchos niños llegan muy angustiados sin querer siquiera subir las escaleras, pero les damos confianza”, relata.

El programa educativo que Coquito lleva a cabo arrancó tras un diagnóstico de la Secretaría de Educación de Gobierno del Estado para conocer el alcance de los programas educativos, es único en Latinoamérica, incluso personal de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) se lo han confirmado; en el país, dice tener conocimiento de que se ha intentado replicar en Zacatecas y en Guanajuato.

Aquí mismo en San Luis Potosí hay al menos otros dos intentos de brindar a niños en situación de vulnerabilidad el acceso al aprendizaje que requieren para salir de la situación de violencia y omisión en el que viven.

“Son niños que necesitan que alguien les haga caso, llenos de maltrato, de incomprensión, a los maestros no les alcanza para llegar a este tipo de niños y los van rezagando, esa situación de dejarlos los está dañando”, evalúa.

Reconoce que durante todos estos años ha tenido que intervenir en muchos ocasiones por los pequeños, para llevarlos ante las instancias de protección a los menores, para que sus padres no les peguen, para sacarlos de la adicción a las drogas, para mostrarles que ellos mismos pueden aprender.

“Mientras el niño no construya su propio conocimiento no hay garantía de aprendizaje, se malinterpretan los términos porque ‘aprender a aprender’ lo interpretan como haz muchas cosas manuales, y se trata de que el niño cree estructuras mentales y que sus estructuras mentales se desarrollen y puedan aplicar esto aprendido”.

Advierte que para realizar la labor que ella ha desempeñado por tantos años se requiere que de personas que de verdad quieran atender a esa población, “para muchos es difícil, para muchos tiene una gran dificultad”, admite.

Actualmente atiende a cerca de 100 niños, en su escuela sui géneris, hay una plantilla docente de 7 maestros, cuatro en la mañana y tres en la tarde, no atiende horarios, no atiende al sistema escolarizado y sin embargo, brinda a los menores de edad la posibilidad de aprender a su ritmo y con esquemas pensados en su propia capacidad de aprendizaje.

Atendiendo a sus necesidades los niños a veces no quieren irse, “la mayoría de los niños como que quieren un ambiente donde alguien les haga caso, que alguien los apapache que alguien les diga, oye, qué bonito está eso…pudiera ser algo importante o la niña que siendo maltratada por su madre me dice: lléveme a donde sea pero ya no quiero regresar a mi casa y le digo te voy a tener que llevar a la Prodem (Procuraduría de Defensa del Menor, la Mujer y el Adulto Mayor)  y me dice, lléveme”.

Cuando se le pregunta qué cree que pasará con el programa cuando ella ya no esté, dice que espera que “los chiquitos no se queden desamparados, pero allá Dios se encarga de eso”.

Como docente pide a sus compañeros que “ya no dejen niños, que no saquen niños de la escuela, si los van a tratar bien, si los van a tratar mal que me los manden”.

maria.medrano@clabsa.com.mx

apl

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