Las confesiones que Rudy hace no podrían comparase con las de cualquier persona. Rudy, es guatemalteco y tiene más de 40 años, ha sido deportado cuatro veces de Estados Unidos y ha estado en prisión por largos periodos de tiempo. Sin embargo, sus experiencias más difíciles no fueron en el país estadounidense, sino en México, aquí fue robado y secuestrado por polleros mexicanos.

El viaje que Rudy Orlando decidió emprender nuevamente hacia el sueño americano comienza en San Luis Potosí, busca encontrarse con su familia, y anhela ver a sus hijos después de siete años que los vio por última vez.

Rudy salió de Guatemala, su país de origen hace más de 29 años. Todo iba bien hasta que tuvo problemas familiares y la justicia lo alcanzó. “En ese tiempo era joven y me fui a estados Unidos con la idea de salir adelante, me casé y formé un hogar con dos hijos”, recuerda.

Recuerda que “por errores de la vida” y problemas familiares lo procesan para su deportación en el año 2004, ahí empezó el verdadero camino de dificultades, mi crimen no fue drogas ni de violencia – reconoce -  fue un fraude, dice, (respira y baja la mirada).

En ese año, fue obligado por el gobierno estadounidense a usar un grillete en el pie, “me lo quité y aunque estaba en ese país de forma legal y con engaños de mi abogado me deportaron”, narra.

“Me deportaron y mi vida da un giro de 360 grados”.

2005, un intento en vano

Ya tenía mi vida resulta, pero dio un giro hacia atrás. Rudy regresó a su país natal, no obstante, sentía que ya no pertenecía a ese lugar, no asimilaba nuevamente su cultura materna.

Argumenta que en Guatemala se sentía también como extranjero y decide regresar a Estados Unidos, donde estaban sus hijos y esposa.

Hoy en día, los hijos de Rudy ya tienen 27 y 28 años, nacidos en Nebraska y cuentan con su nacionalidad americana.  Al  igual que el primer intento de entrar a los Estados Unidos, en el 2008, 2010 y 2012 han sido en vano, me han deportado las cuatro veces.

“Pienso volver a entrar, quiero juntar el dinero para poder meter un perdón y reunirme con  mi familia, mi crimen no es de drogas y de violencia”, reitera”.

La última ocasión que intentó cruzar la frontera fue detenido por la policía de ese país, además recibió un castigo de 54 meses en donde fue prisionero en un reclusorio federal, sin cometer -dice – ningún delito. “Mi único delito es querer estar con mi familia”.

“En una de tantas ocasiones no sabía lo que me iba a suceder: entre los mismos inmigrantes hay personas que trabajan para los coyotes, con engaños ofrecen ayuda o trabajo y el inmigrante lo acepta. Lo acepté.”

“Llegamos a Celaya y me dijeron que estaba “detenido” sin no pagana 8, 800  dólares, la mitad en México y la otra en Estados Unidos. Yo les dije que no tenía quien me apoyara y finalmente a los 30 días lo dejaron libre. Me abandonaron en las vías del ferrocarril”.   Aunque no fue víctima de violencia por parte de los coyotes, asegura que el camino por el territorio mexicano para un migrante es sumamente peligroso.

Ahora, trabaja para ahorrar y seguir el viaje. Sus hijos ya hicieron su vida y él quiere llegar con ellos, al final son familia, señala. La última vez que pisó suelo estadounidense fue en julio del año pasado (2017). Luego los cinco años que desperdició en una prisión “gringa” comienza su viaje nuevamente a Nebraska, donde dice, seguramente podrá volver a ver a su familia.

vkc

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