La disputa subyacente entre el México de los abrazos y los Estados Unidos por el tráfico y la elaboración del fentanilo alcanzó en los últimos meses niveles de confrontación abierta y de hostilidad manifiesta.

La tolerancia y evidente colusión de los tres niveles de gobierno en regiones enteras con el cártel de Sinaloa cerró hace unos días un capítulo del grandioso libro transformador; cuatro años después López Obrador dobló las manos autorizando la extradición del primer hijo del delincuente Guzmán Loera. Las secuelas de la maniobra para mandarlo el pasado 15 de septiembre en plenas fiestas patrias, a Estados Unidos donde era requerido por diversos delitos, todavía son de pronóstico reservado.

En las profundidades de las aguas cuatroté hay otro conflicto latente y suma preocupación alrededor de la red de vínculos y la información que saldrá a la luz pública en el timing correcto estadunidense para demostrar su eficaz soft power y la corrupción que permitió el empoderamiento de los denominados “chapitos”.

Esa cita con la historia llegará ya encarrerados en las campañas presidenciales donde además López Obrador pretende continuar con otro sexenio de abrazos.

La imparable violencia y la suma de las crisis en asuntos bilaterales está llegando a un punto de ebullición en medio de los torbellinos electorales.

Las maromas y distractores políticos en destapes no alcanzan para mitigar la percepción del caos y desorden que reina en este (des) gobierno.

La evidente presión para extraditar exitosamente al “chapito” criminal logró despejar una parte de la neblina política en la tensa relación bilateral salpicada además del escándalo en el pasado desfile militar del contingente de Rusia y China, actores protagonistas del nuevo orden multipolar y con profundas diferencias con Estados Unidos. El contexto geopolítico global y en la región amerita un enfoque más estratégico y menos visceral.

El ángulo de visión presidencial cada vez más disperso, caótico y aldeano sobre los focos rojos en el país son punta de lanza de un patrón de pensamiento incoherente y fragmentado en un contexto muy delicado y con aristas no contempladas y evidentemente no atendidas.

La explicación pedestre y señalamiento contra el gobierno de Joe Biden y la ONU alrededor de la crisis migratoria, la cual no debe olvidarse, se desencadenó por aquel irresponsable anuncio en 2018 de abrir las fronteras para la tramitación de visas de trabajo, no sólo fue un despropósito sino su implementación otro absoluto fracaso.

Hoy, la ola de migración desordenada en México está siendo disparador de más conflictos latentes en el plano doméstico, en la relación bilateral y en la región.

La herencia también de este fracaso para la próxima administración engloba uno de los desafíos más complejos y controvertidos en política y en las relaciones internacionales.

Mientras se estira la cuerda Morena ayudando a que el engrudo se siga haciendo bolas, en la burbuja del palacio se concentran en el árbol electoral perdiendo de vista el bosque de los factores externos impredecibles que son, literalmente, potenciales bombas de tiempo.

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