El meteoro “Otis” ha develado otra imagen del desastre al interior del gobierno de López Obrador; la fuerza y rapidez en pasar de una tormenta tropical para convertirse en un monstruo categoría 5, cae de alguna forma en la esfera de los imponderables y aún es tema debatible entre expertos.

Sin embargo, la respuesta ante la tragedia pintó de cuerpo entero a una administración desordenada, ineficiente, improvisada y una nula capacidad para aplicar protocolos de actuación en situaciones de emergencia.

Guerrero duele y hace tiempo se pudre. Los abrazos a criminales son ejemplos sobre su influencia sustancial en la estructura y funcionamiento del gobierno y de las instituciones estatales y municipales. El control sobre áreas geográficas, economías e influencia sobre los procesos electorales ya son acciones aceptadas y normalizadas en la burbuja de la cacareada transformación.

“Otis” pasó a exhibir la caótica coordinación y comunicación entre áreas estratégicas de este fallido gobierno. Al anuncio de la rápida modificación (12 horas) en la categoría del huracán no se activaron suficientes protocolos de prevención, no sólo de protección civil sino en el área de comunicaciones entre las esferas gubernamentales. Les bastó lanzar algunas notificaciones en redes sociales y suerte para los guerrerenses.

Pasaron más de 20 horas sin información oficial sobre daños materiales y pérdida de vidas humanas. La mañanera y su politiquería enfilaba las baterías en los asuntos que le interesan verdaderamente al presidente y no en la tragedia cuyo impacto se desconocía y se justificaba con aquello de que “no había comunicaciones”.

Es decir, el parte presidencial al pueblo de México horas después sobre la devastación fue casi nulo, superficial, insulso y sin ninguna información relevante.

Vergüenza debería darles a las áreas encargadas de suministrar datos, presentar escenarios y cifras preliminares sobre lo acontecido. El fallo en la información estratégica ¿se subestimó al armar la logística del traslado del Ejecutivo y su comitiva a la zona de desastre?

López Obrador varado en la carretera federal golpeada por los estragos del meteoro.

López Obrador cambiando de carro, atascándose en el fango metros adelante, ya dentro de un vehículo castrense.

López Obrador dirigiéndose pie tierra a una zona devastada con vestimenta formal acompañado de su gabinete de seguridad que, sorpresivamente, ¿no conocía las condiciones para llegar al epicentro de la tragedia? ¿No se instalaron puestos de mando in situ y en la CDMX con una clara cadena de mando para la coordinación de esfuerzos y el flujo de información?

¿Es acaso la terquedad presidencial el motor de tanta irresponsabilidad y estupidez?

Las redes sociales mostraban imágenes del horror, vandalismo, temor entre la población y caos que se vivía horas después del impacto del huracán. México tiene amplia experiencia en la reacción y atención de fenómenos naturales. La tardía respuesta del gobierno transformador moreno tendrá consecuencias de pronóstico reservado en el ánimo social.

La propaganda y posverdad mañanera no alcanzarán para administrar la ira, insatisfacción y la frustración ciudadana que irán en aumento gradual en intensidad y extensión por la negligencia, desorden y omisión de este gobierno para resolver el caos a medida que pasen los días.

Y en política, irremediablemente los espacios vacíos se llenan.

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