Para abrigar, para lucirlos y también para cargar a bebés, el rebozo es más que un simple trozo de tela. Este accesorio femenino, simbólicamente es poderoso, alude a la feminidad, pero también a una condición única de la mujer, la maternidad.

El rebozo es una prenda distintiva de la indumentaria mexicana, la belleza de su hechura tiene fama y reconocimiento mundial, y al día de hoy este textil es patrimonio cultural del México.

Su uso nació de la necesidad que tenían las mujeres indígenas y mestizas para cubrirse, los primeros rebozos se acostumbraban a hilar con un malacate, una pieza circular para hilar las fibras que empleaban para tejer. Esta prenda también recuerda a las "Adelitas" de la Revolución Mexicana, quienes lo usaron principalmente para abrigarse y transportar casi todo.

A la fecha sus usos se redujeron, pero ahora además de ser el resultado de un trabajo artesanal maravilloso, permanece por generaciones como un instrumento versátil para mantener unido a los corazones de una madre y sus hijos durante sus primeros días o años de vida.

“El porteo como tal, aunque pareciera que se puso de moda, en realidad es tan antiguo como la humanidad”, contó para EL UNIVERSAL San Luis Potosí Nancy Arlette, consultora de técnicas de porteo y emprendedora de la marca potosina Yaacunaj amor en movimiento.

Nancy explica que el porteo es una práctica que se realiza muchas veces guiada por la sabiduría innata de los instintos, pues refiere que gran parte del saber de una madre está contenido en la intuición, pero también se aprende entre mujeres como parte de la cultura y prácticas tradicionales que se dan por tradición oral.

“Cuando una mamá siente la necesidad de cargar a su bebé, es una necesidad natural, estuvieron nueve meses juntos las 24 horas del día y al llegar la separación, ésta se vuelve compleja. El porteo lo que hace es satisfacer una necesidad de contacto que es básica para el bebé, como para la mamá”, explica.

Agrega diciendo que debajo de este accesorio femenino se esconde, protege y crece una historia, a través de la finura del textil, la o el bebé conoce sus primeras texturas, formas, colores, olores, las primeras voces del exterior y recibe sus primeros rayos de luz solar.

El rebozo, cargador tradicional mexicano que refuerza los lazos en la maternidad
El rebozo, cargador tradicional mexicano que refuerza los lazos en la maternidad

“El rebozo es nuestro cargador tradicional, de nuestra cultura, el rebozo tiene un gran papel en el porteo moderno, donde también son conocidos los fulares. Son maravillosos, porque a las mamás les facilita el día a día”, sostuvo Nancy.

Además de brindar tranquilidad y seguridad al bebé, es un sitio donde puede conocer el mundo y el uso constante del rebozo tiene beneficios irreemplazables y valiosos para el recién nacido.

“Estar cerca del cuerpo de mamá, para los recién nacidos y los bebés pequeños es tan importante y necesario como ser alimentados”.

A grandes rasgos, la consultora detalla que la condición de esta prenda respeta la postura fisiológica del bebé, su posición posibilita aislarlo de los estímulos externos lo que facilita su transición al mundo exterior donde debe procesar bastante información.

“La técnica correcta es colocar al bebé en posición de ranita, que es literal con las piernitas dobladas a los lados y encogidas con las rodillas por encima del nivel de la cadera, para que no comprometa la fisionomía del bebé, siempre orientado al cuerpo de mamá o quien le carga, porque de esta manera facilita el filtrado de todos los estímulos que pudiera estar recibiendo en lugares con mucha gente, ruido o luz, además la técnica ofrece contención en toda la espalda y en toda la cadera y piernas”, explicó.

Beneficios y el material ideal

“Los benéficos son muchísimos”, según precisa Rodríguez, cuando un bebé llora genera cortisol, conocida como la hormona del estrés, el cerebro de un bebé pequeño apenas está construyendo conexiones neuronales y cada vez que el cortisol alcanza un nivel crítico puede comprometer su desarrollo neurológico y es importante reducirlo”.

A nivel psicológico, sostiene que los bebés que tienen satisfecha la necesidad de contacto durante los primeros meses de vida son niñas y niños mucho más seguros y osados: “Se vuelven más exploradores, tienen más confianza de descubrir el mundo que les rodea cuando llegan a la etapa de gateo”.

La consultora Nancy destaca que esto se debe a que fueron expuestos a mucha estimulación “todo el tiempo se le da masaje, se le expone a diferentes texturas, olores, voces y sonidos. Tiene muchísimos benéficos en su desarrollo físico, emocional y neurológico”.

Se recomienda que la tela del rebozo o fular sea de fibras naturales, no elástica o sintético, lo ideal es el algodón, “los materiales como el poliéster o la licra no son recomendados porque elevan la temperatura normal del cuerpo del bebé, los famosos canguros o de calzón tampoco se recomiendan, porque comprometen la postura natural de los bebés, las piernas van colgando y la presión se dirige hacia la pelvis de pequeños”.

También, cómo mínimo el rebozo debe medir dos metros de largo y 65 centímetros de ancho, cuando duele la espalda, es posible que el cargador no se apto para edad del bebé o bien, el peso ya es excesivo para la complexión de la mamá.

Tampoco hay edad límite para portear, se puede hacer hasta los cinco años sin problema, esta práctica satisface una necesidad, mientras se tenga se puede realizar y sólo se recomienda dejar de hacerlo cuando sea incómodo para una de los dos involucrados, el bebé o la mamá.

El porteo ergonómico, además de ser una técnica para múltiples beneficios en el crecimiento y desarrollo de las y los bebés, estrecha vínculos que son únicos e irremplazables en la vida.

Entre las buenas razones que tenemos para usar el rebozo con nuestros bebés son los múltiples beneficios en su crecimiento y desarrollo. 

Además, Santa María del Río, Pueblo Mágico de San Luis Potosí, es la cuna del rebozo y hogar del más famoso, el de bolita, el cual está hecho de algodón y recibe ese nombre porque la madeja con la que se urde viene enrollada en una bolita, dónde inicia el proceso. El origen de la técnica data de la segunda mitad del siglo XVI, durante la época colonial.

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