Dentro de algunas horas, en México y en varias partes del mundo, gracias a la expansión cultural que ha desarrollado el Halloween estadounidense, aparecerán distintos personajes, fantasmas y brujas que pintarán las calles de curiosidad y mucho desahogo.

De igual manera, en los primeros días de noviembre, festejaremos el día de todos los santos y el día de muertos, algo que todos ustedes ya saben. Es por eso que en esta ocasión he decidido relatarles una historia que no es de terror, pero podría convertirse en una de esas próximamente:

En un tiempo no muy lejano al actual, en la capital tunera, donde la gente canta desde el Barrio de San Miguelito, hay una sensación general de resignación y desengaño. En esa época futura las personas que caminan por las calles con la camiseta del Atlético de San Luis se miran con las pupilas secas, como si tuvieran el alma asfixiada.

Son pocos los que aún visten la rojiblanca, pero a fin de cuentas ha sido una camiseta más en la historia del equipo, una que adorna los closets de los coleccionistas. Los resultados no se dieron desde principios del 2018 y el plantel tampoco se vio consolidado para finales del mismo año. La triste verdad es que, a pesar del apoyo de la afición, el conjunto potosino no ha podido ascender deportivamente una vez más.

Ahora los rumores sobre la inestabilidad en la inversión del proyecto son mayores, y los medios salen de cacería para desencriptar las intenciones de los dueños de la escuadra. Localizados con sigilo artístico, aguardan para dar la noticia apocalíptica, aquella que se ha vuelto un presagio incesante.

El temor también ha llegado a los campos de entrenamiento, donde los administrativos nunca pensaron que el destino sombrío los alcanzaría, los trabajadores se han vuelto misteriosos y desconfiados. Como si fuera un juego de acertijos, se escurren por los pasillos con los ojos hacia el suelo tratando de ocultar el propósito de la mirada incierta.

La especulación y la atmósfera borrosa hacen que la narración parezca una tarde solitaria de lluvia y neblina incógnita. No es la primera vez que la gente cruza por estas condiciones, y tal vez sea por eso que la indiferencia ante el veredicto último sea un presentimiento real entre esa mayoría que se ha sentido desilusionada.

Esta es la profecía de La Presa, un relato que puedes contarlo más de una ocasión, en diferentes tiempos, y seguirá vigente. Lo peor de todo, es que no hay indicios de que la historia cambie de dirección. Al contrario, pareciera que el argumento del cuento camina en círculos, con el mismo inicio agradable pero con el final dramático y monstruoso que todos conocemos.

Aldo Casas.

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